viernes, 13 de noviembre de 2009

Estar rascado tiene sus ventajas. En lugar de leer sólo El Día, en la barra del Castillo, hojeo más periódicos, en la pantalla del ordenador. Me centro ahora en el debate público sobre la independencia. 1. Lizundia versus Cubillo. 2. Las proclamas panfletarias de Anghel Morales versus narrativa de Francisco Pomares, y 3., el sainete del gran editorialista versus coro de voces blancas.

Por una parte el mundo reflexivo y briosamente político (Lizundia y Cubillo), por otra parte los cronistas (Anghel y Pomares) y por otra el ruido de fondo. Tres pisos para una pimámide de siete.

Faltan cuatro.

La base es la solidez del discurso (Lizundia & Cubillo).
El segundo plano, la aleatoria narracción de los hechos (Anghel & Pomares).
El tercer escalón: el insulto, el bulo, la mentira, la estampa goyesca del ruido de la voluntad del pueblo.

Se me ocurre un cuarto escalón: la filosofía de Víctor Rámirez (sin ningún oponente antindependentista que esté a su altura, que yo sepa).

En el quinto escalón, ahora no sé muy bien, pero por lo pronto pongo a un mono. A mi amigo Alberto Linares. El mono que sostiene la espada en la carta X del Tarot de Marsella (La Roue de Fortune). 5 es un número de poder, anghelical ó diábolico, y cinco son las letras de la palabra del nombre familiar de mi amigo del distrito de Arona: BERTO. Tocayo del alcalde. A mí el alcalde de Arona me cayó bien, la verdad, el día que presentamos, en la Casa de la Cultura, de Los Cristianos, Barandal Paraíso, de mi amigo y colega narrativo Berto Linares. Yo presenté ese libro. Esa noche me di cuenta que el alcalde es un hombre que sabe medir la realidad de la vida, y en cambio mi amigo Berto se quedó ensoñado. Quedar ensoñado es mala cosa para un guerrero del acecho. Mi amigo el mono de La Rueda de la Fortuna es un guerrero del acecho. Estar ensoñado no, largarto. Su intento de polémica con Agustín Pacheco quedó en fracaso, porque una vez más se equivocó el mono. Agustín Pacheco es como la patria, la sabia sombra de un almendro. En fin, el quinto escalón está tambaleante. Si yo fuera el enemigo, atacaría por aquí.

El sexto escalón está destinado a la poesía. Sólo un poema, unos putos versos, podrían librarnos de todos los males que padecemos en estas monagescas islas (monagesca en honor de Pepe Monagas, de Las Palmas de Gran Canaria), un poema que apague esa endecha a la maldición a la isla de La Palma (ojalá te coman los volcanes), que es el primer poema conocido de la literatura canaria en español. Necesitamos algo más fuerte que la sombra de un almendro. Razón tenía el bueno de Unamuno.

El séptimo escalón le corresponde a una mujer, una mujer que sea el símbolo de Chaxiraxi. Yo voto por Dulce Xerach. Sé que estoy loco votando por esa mujer. Pero Erasmo ya lo dijo: el origen de la locura está en las Islas Canarias.

Luego podríase añadir un cuarto escalón: el de la isla de San Borondón. Donde ondea ya la bandera de las siete estrellas.

1 comentario:

Jesús Castellano dijo...

erratas:

.Donde dice "pimámides" poner "pirámides.
.La isla de San boron´dón no es el cuarto piso de la pirámide o zigurat, sino el octavo.