martes, 9 de febrero de 2010

posprograma

Terminamos el programa. Menos mal que el equipo (todos menos Juan Royo, fugado) está dicharachero y discutidor. Nacionalismo, una bobería como otra cualquiera. Yo hace días que me he quedado sin nada que decir. No tengo nada que decir. Pero el resto del equipo sí. El programa se hace corto. Mucho anuncio arrimado a la puta Puerta. Me olvido de anunciar las tres nuevas novelas de mi paisano José Rivero Vivas, el jueves en Agapea. Nos despedimos de Antonio y salimos del judeocristiano edificio donde está la radio.
--Jesús, ¿por qué no te apuntas a un viaje a Bilbao, a ver al Tenerife? --inquiere Ramón.
--Jesús si va es a Pamplona --apuntala José María, acertadamente.
Raro que a Ramón no se le haya ocurrido ir el pasado domingo a Pamplona, al Osasuna-Tenerife.
Ese viaje si lo hubiese pensado, con pisibilidades positivas.
Víctor está empeñado en que hablemos del PGOU de S/C. Bueno, pos el próximo martes después del martes de carnaval. Con expertos invitados. Yo hubiera preferido hablar del Diablo, pero bueno, otra vez será.
José María sigue con su tema predilecto. No ha leído al padre Espinosa, ni a Abreu Galindo, ni a Bentancourt Alfonso... y piensa sentar cátedra. Mejor, que siente cátedra ya de una vez. Me interesa más cuando narra que cuando piensa. La Universidad de la vida frente a la aleatoria universalidad de las ideas.
Me despido de los amigos y me voy caminando hasta la parada de guagua. En la avenida de Santa Elena, tropiezo con un... (Víctor, ¿cómo se llaman esas mierdas de hormigón que sobresalen?), y no me doy un talegazo porque soy cinturón naranja de judo. Aprendí a caer. La novela Invisible, préstamo de Ramón, sale volando y aterriza a unos 50 metros. Un paisano me ayuda a levantarme y me alcanza la novela. Sentado en la parada, empiezo a leerla. Una llamada de Orlando me saca de la lectura.
--Jesús... ¿dónde estás?... Yo estoy en S/C, perdido en esta hedionada ciudad...
Llega la guagua. Me enfrasco tanto en la lectura, que no me doy cuenta hasta que el conductor me dice que llegamos a la última parada. Junto al cementerio marino. Recuerdo un poema reciente de Anghel. Las tumbas son más bellas en la noche de luna.
Leí a Paul Auster cuando trabajaba de corrector en editorial Júcar, en Gijón. Conocí autores muy buenos y encima cobrando por leerlos. Ninguno superior a Jim Thompson, pero eso es otra historia.
El bar Castillo está repleto de monstruos por dentro y por fuera. es el cumpleaños de Raiko. Lástima, mañana tengo que levantarme a la seis, a llevar a mi padre al hospital del Tórax, a operarse de catáratas.
No puedo quedarme a celebrarlo.
--Qué, Jesús, ¿saliste de chirona? --Es el Fatiga.
--¿Pescaste algo? --le pregunto.
--Nada, Jesús... se metió un chucho en las redes y no hubo manera.
--Me equivoqué con un 6 y tuve que romper el sudoku... --Cristo.
--Ya no tengo amigos --se acerca Chani.
Y nada, adiós, a cenar y acostarme. Mañana madrugo.

No hay comentarios: