jueves, 5 de septiembre de 2019

"Hazte imposible para que siempre te recuerden", esto forma parte de dos versos inolvidables de Desangre libelular anónimo, de Roberto Cabrera. Lo acabo de recordar dando un paseo y oyendo en un balcón de edificio de barrio dos perros ladrando a otro, de una mujer que suele sentarse en la parada de la guagua a coger el fresco. Reclamé la atención de los dos perros y me puse a hacerle el contrapunto. Me enseñó Roberto. El contrapunto musical y el contrapunto dialéctico. Los perros me ladraban "hay que saber cuándo tienes que irte" y yo les replicaba "y cuándo tienes que quedarte". Nos pusimos de acuerdo y callamos. Dejaron tranquilo al pobre perro de la mujer sentada. Pero el dicho "hazte imposible" me lo hizo recordar un antiguo editor que hoy nos cruzamos en la rambla, frente al kiosco donde hay libros a un euro. Compré una vieja edición con el título Isadora. Desde que vi la película, hace más de 40 años en el cine Greco, esta bailarina --o la actriz que la interpretó-- me enseñó a danzar. La danza, la poesía y la pintura son tres cabezas de un Dragón.

El antiguo editor me saludó por compromiso. Hace más de cuarenta años me editó un cuento en una antología de narrativa canaria. Una vez, hace mucho tiempo, tuve en esa misma rambla una conversación con él  sobre el mundo literario y la puse en este blog, y el hombre, porque nunca falta un roto para un descosido, se enteró y en lo sucesivos encuentros fuimos más serios conversando y no memorables criticonas de pueblo. Hoy fue como si hubiera visto en mí a Mefistófeles, y saliera huyendo y exclamando vade retro, perro maldito. Me dejó tocado. La mala danza no me agrada ni cuando soy yo el que mal danza ni cuando danzan mal conmigo. En fin. Sobre el motivo del desdén hago conjeturas en el aire. ¿Me la tiene guardada y cualquier chismorreo lo reafirma? no sé. Me hizo recordar el cuento aquel que él publicó. No matarás.

Es un cuento rural. Mientras en la plaza la orquesta toca corridos canarios, un hombre baja por un camino de tierra a matar a otro. Cuando llega, el otro está dormido y decide no matarlo. No sé si hizo bien o no. El cuento es ese. Y está relacionado con Barrio Chino, por el lugar en que ocurre y por la naturaleza del conflicto. De todas maneras no es en esta obra donde podría ponerlo hoy. Sería recargarla. Está más adecuado en Agosta escribe. Agosta, mente febril, como aquel de La naranja mecánica, lee cuentos tristes como podría ser El artista del hambre. En la novela se muestra entero uno de los cuentos que lee. Si hay ocasión de revisar esa obra, lo principal es sustituir el cuento que está ahora por No matarás.  Es contrapunto del resto de la novela.

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