domingo, 22 de septiembre de 2019

--Jesús, dame un plato.

El vecino entra, le doy el plato. Es el segundo que me pide en menos de una semana. Me lo pide para traérmelo con comida. Comida real, no fotos virtuales. La cocinera es la madre de su mujer. Es su mujer quien lo obliga a traerme un plato de comida exquisita. El segundo que me trae,  hoy. Como haya un tercero...

Ñoc, me recompuso de un mal sueño. Soñaba que estaba trabajando, con las furgonetas en el periódico, y todo era un lío, y mi furgoneta no estaba, y yo no sabía si estaba despedido o no, y fui a hablar con el jefe --en la realidad fue no santo de mi devoción-- que en el sueño era tratable, y era mujer. Cuando fui a hablar con él era mujer. Y hablamos poco. Estuvimos en otro plan, Y si estaba despedido, cuando terminó la entrevista ya me había contratado de nuevo. Desperté con terror porque que aquel hombre apestoso se hubiese en el sueño convertido en mujer placentera, no lo comprendí.

Lo que sí comprendí es que tengo cosas manga por hombros. O me espabilo, o esto va a ir mal.

1. devolver al club el relato de Capote.
2. llamar al fontanero.
3. pagar la contribución.
4. cambiar residencia legal (Ayuntamiento y Hacienda)
...

Vino el vecino Nicolás y un pan. Bueno el pan. Y el bacalao. Papas dijo que no me trajo porque las que había eran para él. Menos mal que la mujer no lo obligó también a traerme papas.

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