lunes, 30 de septiembre de 2019

Lo voy a llamar Sísifo. Es una lagartija. Todo el día ha estado junto a la puerta de entrada, haciendo el mismo trabajo. Llega hasta donde termina el hormigón, y se cae otra vez al suelo, y vuelve a subir y vuelve a caer, y vuelve a subir... así ha estado todo el día, y sigue.

Ir de viaje con un amigo a casa de una amiga teniendo el cuerpo flojo y el alma derrumbada es abusar. Abusé. Ramóm me recogió en el barrio, con su bólido Ford. Rojo. Entre brillante y opaco. Fueron dos baños de mar. Uno entero y otro medio. El añorado mar. Se ha vengado de que un día lo llamé monótono. Monótona resultó la obra de teatro que vimos en una sala no muy apropiada para expandir la voz de los actores, de las actoras, todas mujeres, representando mujeres y hombres. Mujeres que esperan un barco que no llega y hombres en el barco sin rumbo, sin que nadie sepa aún qué fue lo que ocurrió con el Fausto, el barco desaparecido entre el Hierro y la Palma. La obra se hizo larga. Menos largo y más ameno la charla con Berto y Sonia en un lugar donde yo pedí la hamburguesa que pidió Ramón. Alberto Linares es quien mejor conoce la relación profunda entre el autor y su obra (hablaba de Ignacio Gaspar). Los recuerdos acuden a Berto en Carrusel. La vida es una tómbola, y el mago sabe dónde está el número premiado y la escopeta que no tiene el cañón torcido. Berto es una narrador oral aparte de narrador a secas, el que se dedica a escribir sobre un papel, o una pantalla. "Hablar es sembrar y oír es cosechar."

A veces los acontecimientos adversos hay que verlos como estiércol de frutales. Dos hermanos a punto de matarse en un primer piso. El gato menudo, como un soplo, que Sita rescató del sacrificio. El sacrificador, un hombre cuyas aventuras no me corresponde a mí narrarlas. Tendría que ponerles la voz de Sita o de Ramón, y mi memoria también anda delicada. Del enjambre líquido vertido sobre el asiento trasero de un automóvil, de esto no hablo tampoco. Ni de Chocolate y la otra y el gatito soplo asomados al balcón, ay. Déjalos ahí. Nosotros, en el día del gran apagón, subimos a Arona. Exposición con cuadro de Argelia  Bello Hernández, entre obras de otros pintores aronero, en el salón del ayuntamiento. Afuera la plaza engalanada para un festival cómico, con Vieira de humor principal. Me gustó a pesar de todo, o quizá por esa chabacanería que es la madre de todas las literaturas.

Regreso de noche, con Ramón. Devuelta la luz a la isla.

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