lunes, 22 de marzo de 2021

 Anoche Dani estuvo por aquí y trajo un salvavidas de su barco, pintado de naranja fuerte, color especial de su barco. En la conversación recurrimos al taoísmo y a Schopenhauer. "Todo lo que ocurre es lo que tiene que ocurrir." Habrá que tomarlo así, es lo que hay.

Con la nueva normativa, Ibra vuelve a poner dos mesas en la puerta de entrada, a modo de barra. Fresco por la mañana y el Nano y Nicolás llamándose de todo. Es su forma, el insulto sin maneras, de mostrar que se tienen aprecio. Mejor eso que el lengüeteo de qué bueno eres y qué buenos somos. Volví por la calle de arriba. Una señora mayor me preguntó: ¿Dónde vives, mi amor". Labios pintados. No llegué a saber el sabor del carmín. Tal vez otro día.

Mañana no. Mañana, al pueblo de mi madre. A almorzar. ¿Sabrá el otro comensal que yo también voy a ir? Ya me enteraré mañana, si dios quiere. 

Ya hablé con Ánghel la posibilidad de mover Vertical hacia la imprenta. Ahora falta las otras dos partes, corregidas en la cabeza pero aún no en la pantalla. Me hubiera agradado más estar metido en otra cosa, menos lúgubre, pero es lo que hay.

Pepe Ramallo puso el corto Lucky punch en youtube. No salió nada mal. Ahí los actores hicimos el papel que ideó el director. Yo recuerdo el ensayo antes de rodar. Estuve mirando a Tito todo el tiempo con la mirada torcida para entrar mejor en el papel. Pero no lo he avisado para que venga a ver la electricidad de esta casa. He tenido el cuerpo fundido. Primero tengo que arreglar la electricidad del cuerpo. Lo que necesito ahora es una electricista. ¿Será posible? Con la señora de los labios pintados, la despedida fue un será un placer volvernos a ver. A ver.

Escribo un poema de amor a una amiga, otro más, y me dijo que parecía El Cantar de los Cantares. No pensé en ello. Sería una versión moderna del poema de Salomón. Dijo que la dejé encarnada. Lástima no verla con ese color. Vive en la punta más lejos del norte de la isla.

Mi madre, me estoy romantizando. Es lo que hay. A ver mañana el almuerzo. En la tierra natal de mi madre, con la Virgen en la iglesia y el recuerdo de una copla que solía decir su tío Rafael:

Alevántate, Rafael,

que todo hombre campero

se levanta al amanecer

y se levantaba e iba a la iglesia, a la tienda de las medallas. Era el vendedor de medallas y otros objetos sagrados. De Candelaria tengo un no recuerdo. Yo no me acuerdo pero mi madre me lo contó. Estaba ella sesteando en la casa de mi abuela Estela y soñaba que un gato le arañaba el pecho, y cogió al gato y lo estampó lo más lejos que pudo. El gato era yo. Así me quedé para el resto de la vida. Quizá porque no le hizo caso a mi abuela, que quería que mi nombre fuese Bernardo. Porque el día que nací floreció un nardo en el patio de su casa. No sé si cambiarme el nombre. Mañana se lo pregunto a Juan.

Y en relación con los gatos, mi abuelo Ignacio, marido de Estela, también tenía una historia. Pero esa es más triste. Más cruel.


 

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