martes, 24 de mayo de 2022

 --Calma --me dice mi amigo cuando le cuento el delito.

Es una autoridad en la materia. Me tranquilizo. 

Ya había aplacado los deseos de trocear a los enemigos y echarlos de carnada a los peces. Deseos que no se pueden llevar a cabo, es estúpido tenerlos. En buena ley, ni siquiera puedo culparlos. Si permites un primer ataque y un segundo y un tercero... el culpable no es quienes atacan. Les he llenado el campo de oréganos y pastan a placer.

Juan me escribe que mis comentarios son mejor que sus novelas. La vanidad del bilbaíno es pompas de jabón, pero es preferible a la humildad de Juan. Su novela es ejemplar. Como la de la ilustre fregona de Cervantes. La estoy leyendo. Ejemplar. En la de Juan, Ramón critica que es una impropiedad lo del mero rojo. Vale otro pez, pero no hay meros rojos. Este Ramón ve a un mosntruos anfibio saliendo del mar barranco arriba y no se asombra. Lo que le asombra es que el mero que alimentó al pueblo para la batalla contra Nelson fuese rojo. Mero comunista, le dije. Se río. 

Leí también la de Alexis Ravelo La noche de piedra. Se deja leer. Se deja olvidar. Muchos menos olvidable la anterior del Club de Lextura: El bello verano, de Cesare Pavese. En esta está el sonido de la verdad. En la otra, el ruido de un montaje literario no del todo bien armado. 

Nicolás viene de Ibrahim. Me señala lo bello que está el rosal. Bellos capullos de un verde claro. Y me enseña una foto de la maceta con el pimentero. Prometen pimientas. ¿Serán quemonas?  

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