jueves, 7 de enero de 2010

amanece viernes

El Enamorado y La Luna inician el segundo viernes de Enero. La madre cósmica, la intuición, revela el secreto de la alegría. Algo de alegría debo encontrarle a eso en lo que trabajo ahora, una cosa llamada "Informe para cumplir una condena". Es bueno transformar lo propio en historia ajena, una historia que ya está fuera de nuestra atención y ahora quien la cuenta es otro. La única labor de uno es poner las comas y aportar los materiales. Quien cuenta la historia no tiene nada que ver conmigo, y a veces hasta logra aburrirme. Espero que no aburra a Anghel, ahora nuevamente metido a editor, porque si es así, habré estado trabajando en balde. Espero que no, que a pesar de los sacrificios, aguantar a ese puto narrador que quiere convertirlo todo en un bloque kafkiano, el autor imponga su ley y no lo deje hablar más de la cuenta. Otras obras underground sé que están cometiendo mis amigos por ahí (yo no puedo presumir de la calidad de mis enemigos, pero sí de la de mis amigos, entre los que no están, y no me alegro, Saramago y sus caínes. Sí están Juan Royo, que se escondió en el Medano a darle forma a un libro de cuentos. Y Marcelino el oyente, que escribe otro libro de cuentos cerca de esa rana descabezada de la plaza de Los Patos, y está José María Lizundia, sumergido en un tratado colonial sobre la independencia de las islas del infortunio. Y está Anghel Morales, con un blog que no puede ser más certero. Lo que tenemos delante de las narices, queriendo mirar tan lejos, no lo vemos. Lo que vemos son nebulosas a lo lejos y sombras delante de nuestros ojos. Los de Anghel, Dios se los conserve, constata lo obvio, y eso hay que agradecérselo. Por lo demás, el circo del callejón del gato no cesa. Función diaria.

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