miércoles, 19 de junio de 2019

adios

El dolor antiguo que sufrí por amor
es tan idiota como una flor de plástico
en un jardín japonés.
El que yo causé, oh conciencia mía,
es más inoportunamente doloroso.
Cuando recuerdo la herida, el recuerdo
es un cuchillo celebrando una matanza
y se abre la herida y sangra y me da sed
y bebo la sangre como Cristo el vinagre en la cruz.
Eso sí es pesar. Siempre abandoné a la mujer
que amé, siempre me abandonaron
las que no amé, o no amé demasiado.


Hoy me dijo adiós quién qué más da, a ti qué te importa. Es escritora. Gremio al que hay que echarle de comer aparte. Unos presumen de vender y otros de no vender. Que le digan a Corín Tellado que presuma de no vender, y quién sabe si el motivo de Kafka, al pedir que quemaran su obra, no fue otro sino ver, con amargura, que sólo vendía entre cuatro amigos. Dile a Dostoiesvki que no escriba para vender, que pague las deudas con...Yo soy de los que no vendo, como Kafka. No puedo presumir, como Cervantes, que presumió en la segunda parte del quijote de todos los ejemplares que se habían vendido de la primera parte. Otra cosa es que puedas desarrollar tu estilo a tu manera. Eso está bien. Hacer las cosas cómo tú quieres y puedes. Lo otro es venderte, prostituirte. (Yo quise ser un escritor prostituto, un negro; y lo fui, pero la vanidad, el querer figurar, no me dejó permanecer en ese locus amenus.) Pero no presumas de no querer vender tu obra. Presume si acaso de no tener necesidad de venderla. Pero no me vengas con vainas. Y adiós es una palabra sagrada, como las coplas.



Adiós me dijiste tú
y adiós te dije yo
sin haberte conocido
como manda ley de dios

sin probar, mi buena amiga,
néctar de tu boca
que seguro vuelve loca
a la pasión más cautiva,

no recorrí tu camino
a las minas de salomón
y quedé con las ganas
de ser tu mejor cantor.


Y esto con lo del diccionario español - vietnamita este viernes.

A mí me atrae la pintura de Nguyen (tan sagrada como mis hijas o mi hermana y unos pocos amigos que he tenido y, gracias a Dios, los que hoy sigo teniendo) y su poesía y me asombra que haya fabricado este diccionario.

 Recuerdo algunos amigos del pasado que, a cambio de la amistad, querían regalarme a sus enemigos. Lo siento. Adiós. Ni los amigos de mis enemigos son mis enemigos ni tampoco, en principio, los enemigos de mis amigos son mis enemigos.

En fin, por ahora la obra no necesito venderla, pero los cuadros sí.
La pasta y los lienzo cuestan pasta. Pero ¿merece la pena intentarlo? ¿Dicen algo nuevo? No lo sé. Pero son muchos. Demasiados. Como los cigarros que fumo.
--Qué hombre de poca voluntad --me dijo una vez una antigua amiga.
Sí.




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