sábado, 8 de junio de 2019

Bien la peli alemana de anoche. A la vuelta de la esquina. En el TEA, fila 4 asiento 6. Es lenta pero no molesta, agrada esa lentitud de tragedia sin grandes alaridos. El grito va por dentro. Roe el alma a un buen hombre que ayuda al novato que entra a trabajar en el hipermercado. El amor se expresa con un saludo esquimal. En un mundo sin amor, perdido en los no lugares, el animal humano no tiene porvenir. Sus días son una soga al cuello. El ambiente de trabajo está lleno de buenas personas, hay cierto aroma de santidad en la película. Ella le enseña que, a pesar de las apariencias, la grúa con la que trabaja imita la música del mar. THE END. Buena película.

Y luego en el Gato Gordo encontré a Enrique, el antiguo editor.
--El problema de tu cuñado es que está reñido con la vida --dijo, en medio de una más larga conversación.
No puedo negar que es buen observador.
Luego llegó Dani y me mostró las fotos que hizo el jueves en mi casa. Las hay espléndidas. Enrique, por deformación profesional, las veía como posibles portadas de libros. En cada una indicaba por dónde había que cortarla para que quedara bien como portada.
--No es para una portada, muchacho. Es... --le dije para lo que era (una cosa que ahora no voy a decir).
--Pero eso es en serio? dejaste de ser escritor? ahora eres...?
--Ahora soy nada, pero intento algo.
Sí, lo intento.
Dani se tiene que ir. Quedamos para mañana en la paella de Pepe. Me quedo con Enrique. Termino las croquetas. No las hace mal el Gato Gordo.
--Bueno, me voy.
--Quédate un poco más.
--Si fueras una mujer, me quedaría un poco más a ver, pero ahora voy a coger la guagua.

La de las doce de la noche. En la parada de la apesadumbrada calle Miraflores.

La vecina Lilih es un calco casi de la actriz de la película. La misma sonrisa incitante, igual abultamiento de los labios, la misma mirada, el mismo peinado (por encima del cuello), la misma forma de caminar de pájaro zancudo. Coincidencia.

El mirlo sigue alimentando a las nuevas crías, ya grandes, con plumas negras, en el nido del pitanguero del vecino Nicolás.
--Por aquí viene toda clase de pájaros --dijo.

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