miércoles, 12 de junio de 2019

En fin, dejo de hablar de mí y vuelvo a mi personaje, al que le regalo mi vida. No tengo imaginación. No soy Julio Verne. ¡Y cómo tengo al personaje! Hoy en el club de lectura él se quería ir con Africa y Africa con él, pero Adela se adelantó y
--Jesús, te espero para que vengas conmigo.
"Tú mandas y yo obedezco", pensé y fui con ella, hasta la rambla y luego hasta el parque. La conversación no la resumo porque Adela (y Alicia) me tiene como un caballero, a pesar de mi defensa, contra Ana Hardisson y Africa, del lenguaje tosco y vulgar. Eso me viene de antiguo. Recuerdo en la juventud discutir con una poeta con la que recité en el Hogar Católico --tiempos de Franco-- y yo defendía la palabra fea frente a la palabra bonita. Ella no.


Palabras feas tampoco le gustan a Adela.
El compañero Andrés, que me conoce y sabe de la pata que cojeo, había señalado la palabra cobijar. Adela, que no sabía el sentido canario de "cobijar", me preguntó:
--Cobijar aquí es follar.
--Hacer el amor.
--Hacer el amor no. Follar. Aunque ya está poco usada.

Y en otro ámbito de la realidad del personaje, rasgo a señalar. Una amiga le está haciendo una bufanda. Tejiendo una bufanda en primavera. Será para que la use en verano. Ay Ulises. Ay Odiseo. ¿Cuándo llegarás a Itaca?

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