viernes, 22 de mayo de 2020


El calor se instala todo el día, no se va por la tarde. Hoy sentado al sol en el banco de afuera, sentí algo en un costado. Pensé en una cucaracha. No vi nada. Cuando me lecanté lo sentí en la nuca, por la espalda. Sacudí y el lagarto, lagartija, saltó al suelo y se alejó hacia la tierra, con tranquilidad. Nicolás luego me enseñó una foto que hio, a simple vista se ven hojas y ramas, pero al ampliar la foto aparece la cabeza verdinegra del lebranche dominador. Mediodía de lagartos. Llega E --ya viene de nuevo los viernes--, le acaricio veloz un brazo, piel de ébano.

--Eh, eh, don Jesús, a dos metros.

--Y ¿no pueden ser dos centímetros? Primero dos centímetros y luego lo reducimos a dos milímetros, y así poco a poco...

Nada que hacer. Dos metros.

Dos rejos de pulpo con papas guisadas me trae Nicolás. Sesenta días así. Más de 60 días así. Se convirtió en costumbre. No soy de costumbres fijas, no me agradan. Sólo acepto las inevitables. En fin, el lunes abre Ibrahim y ya hemos acordado que voy a almorzar allí. Y una vecinita de enfrente, que ya me ha dado dos veces una bolsa con manzanas y un trozo de bizcochón, y la segunda vez sin avisarme, por mediación de Nicolás. A ver cómo me defiendo de un tercer envío, si lo hay.

A la vecina galante también la vi, en el sueño de la siesta. Sueño primaveral, con sangre alterada. Ni una arruga, en el sueño. Tersos y destacados sus atractivos. Y otra vez sin un desenlace eyaculatorio. Bien por lo pronto. Perder semen es perder energía y concentración. En la biblia, cuando los judíos se preparan para ir a la guerra, evitan dormir con la mujer. Y si alguno, ya en el campamento, tenía u sueño eyaculatorio, se retiraba del campamento y no regresaba con los demás hasta estar recuperado de lo perdido.

Me preparo para bajar a la farmacia. Subo la calle. Celenia sentada en el banco enfrente de su casa. Sujeta la puerta de su casa con un papel para que no se le cierre. Esta vez está sin mascarilla. Vestido holgado, de agradable color naranjas con filamentos violáceos. Su vientre es como un monte vertical. Su ombligo tiene olor de hierva húmeda.

--Ayer no estabas en tu casa --me dice.

 En las mesitas de la rambla, mientras espero que abra la farmacia, leo un post de mi amiga de Charco del Pino. Habla de una negra que la amenazó con hacerle brujería. Una bruja de nalgas bailantes y casada con un pastor evangélico. Si no fuera porque el problema que tiene mi amiga es serio, sería digno ver ese matrimonio por el ojo de una cerradura.

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