martes, 12 de mayo de 2020

Vamos a ver qué le digo yo a la mujer de Charco del Pino. Primero, no sé qué prepotencia hay en decir que eres lo que comes, lo cual ya no es sino una frase hecha. Si quieres presumir de que comes pan blanco y no pan negro, pues presume, ya mañana presumirán los que comen pan negro. A unos les va bien el grano y a otros las hortalizas, y a otros el grano y las hortalizas. Presumir de qué. ¿De que comes bistec? Yo no presumo por leer esto o lo otro. Leo y lo que leo, como defiendo el egoísmo, me lo aplico y procuro sacarle provecho. Nada más.

De lo que hablaba es de que a un escritor le influye aquello que lee. ¿No es así? El autor de La isla del tesoro dijo que había podido escribir ese libro porque antes leyó Los tres mosqueteros y otras novelas de aventuras. Cervantes pudo escribir el Quijote, una novela de aventuras, porque antes había leído las novelas de caballería, En fin, ejemplos hay infinitos. Nunca me olvido de lo que Dostoievski contó en El jugador:  de un lugar donde los escritores se reunían a copiarse unos a otros.

En cuanto al lector común, al que no comete la agravante de convertirse en escritor y seguir plagando el mundo con más libros, claro que no es lo que lee, aunque quisiera. Yo de niño leía al Capitán Trueno y me creí que yo era como el capitán, hasta que la realidad me puso en mi sitio. También me acuerdo de Chachán, que leía novelas del oeste y luego las usaba como si fueran pistolas.

--Alto ahí, paren la diligencia --les decía a las guaguas apuntando al chófer con la novela del oeste hecha un canuto.

Bueno, como hoy te oí en la radio decir que leías después de la ducha, no pude evitar imaginarte en la ducha, con las palabras golpetiantes del agua, las palabras deslizantes del jabón y... Bueno, me callo.

El órgano de lectura es el oído, y las mejores palabras son las que están en el aire, las que escuchamos en diversos sitios todos los días. Los libros valen, pero son menos importantes. Lo digo yo y vale para mí. No es ningún dogma. Y bueno, me voy a acostar pero me temo que será otra noche en vela. Y sin calor de mujer.

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