lunes, 18 de mayo de 2020

Hoy no tengo ganas de mirar el papel donde escribí el sueño.

Recuerdo que cuando iba en la guagua, custodiado por los sicarios, que me llevarían a un sitio tranquilo para poder darme muerte, oí la voz del sueño:

--Si no titubeas ni tienes miedo, saldrás de esta, tendrás una oportunidad.

Así fue; pero fue cuando desperté que me entraron infinitas dudas y un denso miedo.

Al día siguiente me llamó mi hermana. Para invitarme a la Orotava. Fui. Al completo las mismas personas del primer episodio del sueño, menos mi madre, como es obvio. Un trato elegante y cortés, nada que ver con lo soñado. Lo soñado estaba en el paisaje, en el espacio, como si la naturaleza se hubiese cansado de hacer su trabajo y se desvaneciese en una modorra desangelada

HOY OTRO SUEÑO, MENOS PERTURBADOR. Soñé con una amiga, un sueño sexual. Aquí en casa. Sólo en el acto, en la danza de eros, había vida. Más allá, en el resto del espacio, penumbra, me costaba abrir los ojos y ver con claridad. Decidí darme un baño para la última fase de la película erótica. No pudo ser. Me despertó Nicolás.

--Jesús, ¿tú sabes los muertos que han habido hoy?

Me libró de una eyaculación onírica. Son fatales. Roban energía. Y si me roban más, pobre de mí. Gracias, Nicolás, pero eso no lo sé.

No hay comentarios: