viernes, 1 de mayo de 2020

Hoy en mi calle no salió nadie a aplaudir. No eran muchos, algunas vecinas en las ventanas de los edificios de enfrente y algunas puertas de las casas individuales, y ya sin grandiosidades solidarias, casi por verse unas y otras y comentar alguna tontería. En cualquier caso, hoy el silencio se hizo más fuerte que el ruido de las palmas.

Hay una línea lúgubre en este dia de silencio, de huelga de aplausos, como si la esperanza hubiese dado paso a la desolación.

Primero de mayo. Siempre recuerdo el romance del prisionero:

... no sé cuándo es de día
ni cuándo las noches son
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero,
dele Dios mal galardón.

Dan ganas de continuarlo. Imagino al ballestero maldecido cazando pájaros, practicando la puntería, y el prisionero a pan y agua, maldiciendo en vano y anhelando el aire libre. ¿De qué lado estoy? No hace falta preguntar. El ballestero bebiendo vino un su finca y yo en esta casa... bueno, ya mayo empieza a calentar las paredes.

Las flores de los aloes se han secado, la rosa del vecino se ha marchitado y el pájaro que me visitaba está en su jaula, no lo dejan salir.


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