jueves, 30 de abril de 2020

chochos

Lo que son las cosas. Cada vez estoy más convencido de una vieja intuición que me acompaña. Cuando tienes un problema que se puede resolver, el Azar, la Ley Cósmica o quién sea eso que desconocemos, te da la solución.

Hace una semana leí un artículo de Millás (no soy muy aficionado a este autor pero me dio por leerlo). Tenía un problema con el ordenador, su herramienta de trabajo, y llamó a su médico para preguntarle. Al final la médico le dijo que le acoplara otro teclado. Pues a los dos días, sin querer derramo la taza de café.

--Mierda, ahora tengo que hacer otra cafetera.

Total, que limpié la mesa pero no tuve la picardía de mirar debajo del portátil. Se averió el teclado. Al día siguiente levanté el aparato, y encharcado de café por debajo. Me acordé del artículo leído y le acoplé otro teclado. Mano de santo, por lo que veo.

Iba a dejarlo como estaba, para dejar el vicio de escribir este más o menos diario, pero ya he descubierto que no soy un guerrero sino un pinche pendejo. Más que literatura, esto hace la función de psiquiatra. Lo que me preocupa --o parte de lo que me preocupa--, lo que pienso o lo que me ocurre lo vierto aquí y santas pascuas.

Ayer una señora del club, argentina, me mandó un wasap. Un vídeo sobre mujeres de Estado que están haciendo las cosas mucho mejor que los hombres. Lo que me llamó la atención fue el mensaje aparte, una frase que en el vídeo no asomaba ni por asomo:

"Chochos al poder".

Como estoy salido y a buena hambre no hay pan duro, y además la señora argentina vive aquí en La Maldad, le contesté "un chocho es lo que yo necesito".

"¿Qué es un chocho?". me preguntó. Hay que joderse --pensé--, escribe ella la palabra y luego me pregunta qué significa. Esta mujer se está haciendo la boba, pensé. Miré el mensaje de nuevo, y vi que pensé mal. El mensaje adjunto, además del vídeo, era reenviado.

"Chocho aquí es lo que en Argentina se llama concha".

Se mostró asustada. Me escribió que a ella no le gustaban las palabras feas. Le dije, por decir algo, que la palabra no es fea si se le da un uso apropiado. En fin, que para ella era fea y bla bla bla y "déjémolo". Pues lo dejé. Pero no con gusto. Así que me fui al wasap del grupo e improvisé:

Nada que hacer,
hoy ni viento ni lluvia,
y un leve asombro
hace nido en la incertidumbre.
Las palabras bellas
son pompas vacías
y las palabras feas
asustan a las mentes
pensantes.
Nada, estoy perdido
en un bosque sin perlas.
No me busques, solo
me alimentan
las feas intenciones.

(En vez de "bosque sin perlas". hubiera estado mejor "en un mar sin conchas", pero como soy medio retrasado, hasta la maldad me llega tarde.)

Total, que ya en el grupo, a la luz pública, me dice: "se ve que te gusta la poesía y dices las más bonitas... y además eres pintor, ¿qué más eres?" Vaya por dios. Le contesto que también soy lector y que ahora --mentira-- estoy leyendo el cuento del conde Lucanor cuando se quejaba de que sólo tenía chochos (altramuces) para comer y se sentía un desgraciado. En el momento no se me ocurrió añadir que con un solo chocho yo estaría contento. En fin, a seguir con hambre. Es el destino. 

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