sábado, 25 de abril de 2020

Pescadera, pescadera,
te voy a dar un consejo,
con las manos del pescado
no te rasques el conejo.

Esta copla de arriba
la cantaba Venanceo
en la calle Miraflores
y la oían los trileros

y Bárbara la francesa
me metía en su cuarto,
y Fefa celosa afuera
me esperaba con un canto

qué buena su puntería,
me rompía la cabeza
y luego me la curaba
con delicada destreza.

A quien yo más quería
era a Carmen la palmera
y cuando se lo decía
me pedía mil pesetas.

Yo aprendí poesía
con los Machado en clase,
y en la calle con Venanceo
aprendía el tajaraste.

En fin, empiezo a comprender a José Hernández cuando dijo que aún no había terminado una estrofa, y ya la siguiente le venía en camino. Entre este blog y el muro en fb, no paro. Y además me ha dado por copliar también en el wasap del club de lectura. Con tiento, son señoras asustadizas y tengo que andarme con ojo avizor. Los límites del lenguaje, que decía aquel. El caso es que me aplauden y me celebran. ¿Qué bien? No, qué mal. No me gustan las alabanzas, ni darlas ni recibirlas. Las coplas que les mando tienen picardía, pero aún no me atrevo con las que nacen de la puta la madre. Las que me dictaba Venanceo en la puerta del colegio, como aquel soneto --dónde estará-- dedicado a los pelos del coño de la hija de Franco. Eran los años sesenta.

De los libros que ya no tengo, lamento ahora uno de cantares de mal decir que hizo Alfonso X el Sabio (lo editó Júcar), y otro --no recuerdo el editor-- de fábulas inmorales de Samaniego. Este Samaniego para el club de lectura --esto es una metáfora-- escribía fábulas morales, compitiendo con Iriarte--  pero en privado se le zafaba la lengua y no la atajaba.

Tengo que estudiar una cosa que tengo en la cabeza. En tiempo de penurias, surge una literatura deslenguada, y en tiempo de vacas gordas, una literatura delicada. Bueno, está por estudiar. Lo que si puedo decir es que las palabras, como las monedas, tienen dos caras. El significado de la cara visible lo indican los diccionarios, y el de la cara oculta, los poetas. Ese merito tienen.

Y yo tengo el mérito de que ya me está pesando el encierro. Dios nos guarde.

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