lunes, 5 de octubre de 2009

El fulgor del barranco

Así se llama la novela de Juan Royo, editada en Benchomo y presentada el otro día por Anghel Morales y Cándido Hernandez. En este país donde las editoriales se han convertido en coladeros o endogámicas empresas, leer un libro como el de Juan Royo reconforta la esperanza que a veces nos mantiene. Y eso que abomino de las novelas con Franco como personaje, aunque sea secundario. Y no por el personaje, que a fin de cuentas ya es historia, memoria histórica. Sino porque el tiempo pasado que me interesa es de cuando yo, en este planeta, era un lagarto, como mi amigo y colega Alberto Linares. Lástima que ahora mi amigo Berto esté ensoñado y se le haya ido la fuerza de la lengua, la lengua canaria del Sur (de Tenerife), que es decir el pensamiento canario del Sur, de la región de Arona, donde hoy el alcalde, José Alberto Reverón, sufre un factótum de imputaciones. No llega mi amigo Berto a la altura del escritor del Charco del Pino, en Granadilla, un escritor desarbolado, sin la finura e inteligencia de un Isaac de Vega o de un Antonio Bermejo, pero imprescindible para entender el alma de este pueblo. Todo eso que se le escapa a mi amigo Lizundia, tal vez el bilbaíno de la novela Fetasa. Negó Lizundia, el otro día, en la presentación de la novela franquista (que versa sobre Franco, personaje secundario pero imprescindible en El fulgor del barranco) de Juan Royo, negó el amigo letrado y escritor José María Lizundia Zamalloa, bilbaíno y antivasco, que aquí en Canarias existiese la novela realista. Quizá yo esté equivocado y Antes de amanecer (Isaac de Vega) o casi todos los cuentos de Antonio Bermejo o Parte de una historia, del autor godocanario Ignacio Aldecoa, no sean narrativa realista. Como lo es también la novela picaresca. En fin, doctores tiene esta república de letrados. Ellos dirán.
La noche de la presentación fue un desfile de gente. A quienes primero vimos, mi hija Sibi y yo, fue a Laureano de Lorenzo, y aprovechamos para recordar a Alberto Linares, una vez la presentación de un poemario de Lorenzo en la Casa de la Cultura en Los Cristianos. El cuento de Lorenzo era que Berto había menguado su valor como poeta. En fin, un buen poeta debe aceptar todas la críticas porque sabe que su poesía está por encima de las críticas. Yo por lo menos me aplico ese cuento. Y eso que la poesía me tiene abandonado. Intento buscar un verso y encuentro una lombriz asquerosa. Nada, ni uno. Sólo lombrices.
Menos mal que en la presentación de El fulgor del barranco había dos poetas, que yo sepa, y ninguna lombriz. El buen vino de después inspiró a los poetas. Uno hizo un verso sobre el pueblo palestino y el otro recordó un poema traducido al alemán. José Rivero Vivas se quejó de que la novela mecesitaba más página. Miguel Angel Palarea defendió que no, que tenía las necesarias ni más ni menos. Don José es un amigo y escritor admirable, pero en esta ocasión estoy con Palarea. La novela de Royo tiene lo que tiene que tener, acierta incluso en las dosis de humor y en las dosis de sexo. Y además una novela cabalística. La editorial Benchomo merece un premio, hace unos meses sacó casi a la vez a la calle tres obras que hablan con autoridad. Una, El fulgor del barranco.

6 comentarios:

Ramón Herar dijo...

Que se lea Guad, de Alfonso García-Ramos, a ver si se convence

José María Lizundia Zamalloa dijo...

intentándolo

José María Lizundia Zamalloa dijo...

Dadas las magnitudes de la realidad, pocas cosas quedan que no sean acogidas por ella, de manera que lo real deviene en realista por mínimo que sea el empeño. La tasa de información que se traslada diciendo de algo que es real no es muy abundante.Lo que resulta ya difícil es que cuando se ensalza la búsqueda del ALMA CANARIA, se siga diciendo de ello que es realista. El ALMA es lo menos realista que existe, ya que es pura METAFÍSICA y negación. O estamos con la categoría del ALMA, un valor mísitco donde los haya o estamos con la realidad. El ALMA se expresa en valores autóctonos, en costumbres, en rasgos propios, en descrpciones y "honduras", en manifestaciones y epifanías. Es el campo natural del Costumbrismo. Lo que el realiusmo refuta y rechaza. O ALMA o realismo.
No me interesa polemizar en lo que tres generaciones han convenido ni en los pequeños mitos y señales de navegación acordadas.Que todo siga idéntico, me refiero al CANON y que nadie se salga de las autopistas.
Ocurre que desde fuera todo es muy paradógico.
En realidad a mi me interresan por igual los nacionalismos como los no nacionalismos.

campanilla dijo...

Yo para no entrar en polémica con el realismo, costumbrismo, etc. animo a Jesús a aniquilar las lombrices y pagar su deuda con la poesía, creo que la poesía no le tiene abandonado, sino al revés, es um buen poeta y creo que todos nos alegraríamos si se decidiera. ¡muerte a las lonbrices!

Jesús Castellano dijo...

hombre, Lizundia, si eso lo dijera un cristiano, que negaron a Aristoteles y se fueron a beber a las idealistas fuentes de Platón, lo entiendo. Que lo diga un judío lo entiendo menos. "Alma" y "vida" son sinónimos en muchos versículos de la Biblia (eso me dicen). Y por lo pronto recuerdo dos novelas realistas (espero no meter la pata) que tienen el alma ya desde el título: "1280 almas", del Jim Thompson (el mejor novelista de este siglo, con perdón de los marquistas y devotos del realismo mágico) y "Las almas muertas"... Cuando digo que un fósforo (cerilla para los españoles) tiene alma, a lo mejor estoy siendo un poco romántico, pero creo que no me escapo del todo del realismo (un estilo literario), porque cuando pienso en los fósforos que mi padre compró el otro día, que no tienen alma, y en las lombrices, que tampoco la tienen, porque están empozoñadas, me pongo enfermo de puro realismo. A ver si Campanilla me saca, con sus ánimos, de esta realidad y me eleva, como gondolera de la constelacción de Orión, a otra realidad más reconfortante.

Ramón Herar dijo...

Para eso, Jesús, ya tienes las pantallas. Pero hablando de almas y de realismo/costumbrismo, no olvidemos que en ese sentido ambos son hijos del "volk-geist" alemán, es decir, del núcleo duro del romanticismo