miércoles, 21 de octubre de 2009

Todo tiene que esperar, el cuento de estos días tiene que esperar, Hacienda tiene que esperar... Mañana no puedo ir a oír a Cubillo, sobre la bandera de las siete estrellas, eso que Campanilla sabrá lo que es, porque hay noches en que uno no reconoce ninguna bandera, ni la de los piratas, pero la bandera de las siete estrellas es también el canto que hizo el blorrego Ánghel Morales, mi amigo, que quizá ha tenido el acierto de añadir una s a castellano..., casi suena mejor..., castellanos.

Hago un alto en Oikia dualidad, la novela que se presenta en Icod este sábado, el mismo día de la manifestación independentista en La Laguna... No sé si irá Campanilla... O si irá después a la 8 de la tarde a Icod, a oír hablar de una historia de Dios y Satán, que cuenta que Dios no era tan bueno ni Satán tan malo... Por lo pronto, voy por el capítulo en que Frank noquea a Satán... Frank es el prota de la novela... estupenda... a mí me salvó de una noche de insomnio. Mala luna esa noche. Una de esas noches en que la luna no dice nada y la palabra menos. Una de esas noches en que no se oyen las alas de las hadas. Y de pronto, casi con desgana, abres el libro que me dio Anghel en el Monterrey, donde Ramón estuvo el otro día haciendo fotos a María Leonzia, y también estuvo haciendo fotos a los barcos de Suso, gran autoconstructor, un artista... El cuento de Ramón en Lunula lo vi ilustrado con esos barcos, y con la foto del castillo... Pues bien, abrí el libro, Oikia dualidad, y sonó el aleteo de las alas de Campanilla... Me sumergí en la historia contada por un ángel de la guarda que ha perdido sus poderes. Sentí que yo era ese ángel, y que leer no era sino recordar. Recordar que soy un ángel sin poder, y aún así, procuro proteger al hombre que guardo. Frank es el nombre que le puso Iván Morales Torres, el autor de la novela, al hombre que se "ha apoderado" de mis poderes.
La historia comienza con que Frank es un buen chico, un buen chaval, un buen pibe, buen estudiante, pacífico, un buen hijo con un buen padre, y de pronto se ve en una situación difícil. Para defender a Bea, compañera de colegio, Frank tiene que pelear contra seis, 6 tiparracos pero peligrosos. El pobre Frank siente que está perdido, le van a partir la cara a puñetazos y a moler los huesos a patadas. Pero de pronto encuentra una piedra de poder. Y gana la pelea. Una pelea lleva a otra, y otra a un homicidio involuntario. El buen chico desaparece. De donde primero desaparece es de la protección de su padre y de la tutela de la profesora. Ya se ha convertido en hombre. Un hombre que ahora él tiene el poder de su ángel de la guarda. Ese ángel soy yo. Y en estos instantes estoy viendo cómo Satán trata de ganarse (en un puro y honesto ejercicio democrático) el favor de Frank para que se junte con Él (Satanás) y enfrentarse a Dios. ¿Cómo?

Eso en Icod el sábado... Ahora, es curioso, pienso en Hipatia. Y me pregunto cómo se llamará la próxima mujer que Frank encuentre en su camino por el limbo, por el infierno... Y me pregunto cómo Ramón Hernández se apiadó tanto de Oreste y se olvidó de Davo, el esclavo, el esclavo agnóstico, el personaje que salva la película Ágora . Quizá la respuesta esté en Oikia dualidad.

3 comentarios:

Ramón Herar dijo...

Lo de Davo con Hipatia sí que me suena inverosímil. Era tan invisible, que la dama se desnudaba delante de él para bañarse sin la menor consideración. Nada, como un elemento más del mobiliario. Sólo ante la injusticia del padre o cuando demostró su inteligencia para representar el sistema de ptolemaico, dejó su condición de mero instrumento. Nada, todo demasiado racional, otra vez.

Del gran autoconstructor Suso, todavía estoy convaleciente de las heridas de guerra (cabrones, eso se avisa). Porque hablando de ángeles protectores, creo que el mío también ha perdido los poderes esta semana. Sólo espero que ese mascarón de proa, fotografiado esa noche, e incrustado por Suso en aquel navío de cuatro palos con velas negras, me consuele lo suficiente. No sabía que había tiburones por aquellas aguas, y los descuidos siempre se pagan.

campanilla dijo...

No estaré presente ni en un acto ni en otro, otros asuntos menos gratos requieren mi presencia. Ya me da pena Sr. Castellano, --sin "s" final--, porque escucharle a Ud. siempre es un placer. Además el tema tal y como lo ha expuesto aquí me ha enganchado, así que tendré que hacerme con un librito.
Ramón, cuídate de las mordeduras de tiburón, que dejan mucha huella y los ángeles no trabajan a destajo...yo que soy un hada y a veces vuelo junto a ellos, lo sé.

Ramón Herar dijo...

Bueno, Campanilla, que te vaya bien volando junto con los tiburones, pero lo mismo te digo: cuídate y no dejes que se te pongan a la espalda, por allí me atacaron a mí, a traición, con nocturnidad y alevosía. De todas formas los disculpo, al fin y al cabo yo fui quien se metio en su terreno y sin previo aviso. Ahora sí, le pido a Jesús que los fotografíe de cerca para incorporarlos junto a María Leonzia, a la playa del Mamotreto, al Correíllo y a la Perla Negra. Recuerda que no hay tesoro sin piratas y tiburones al acecho. Si no, pregúntaselo a Campanilla que a veces vuela junto a ellos y, a veces, también los confunda con angelitos.