sábado, 10 de octubre de 2009

"En el nombre de Homero resplandece tu nombre, / negro vino que alegras el corazón del hombre" (Borges). El vino es lo que preocupa a mi corazón. Esto no se lo digo a la colega de la radio con la que hablé anoche en la plaza Weyler. Quiere que hagamos un programa nocturno de ciencias ocultas. Mis ciencias ocultas están en Navarra, y no tengo ningún interés en llevarlas a la radio. Bastante tengo con lo que hay. No, nada de programa de ciencias ocultas. No, colega, yo no soy el hombre que estás buscando. Pago el whisky con tónica y mi cerveza y me voy. La dejo, a la colega de la radio, esperando la guagua y me acerco a la plaza de Los Patos. Me veo con Marcelino. Hablamos de las mierdas que nos rodean, y de las flores. Santa Cruz la nuit ya no es la de Pimentel, pero como buenos románticos, paseamos y bebemos por los no lugares en que cualquier pasado fue mejor. Cuando las Ramblas eran de puro polvo y los coches de caballos... Cuando el alcalde García Sanabria "hizo" las ramblas, y el pueblo la llamó de Los coches. Eran de puro polvo y los coches de caballos... Las rambla de los coches. En el 36 del siglo pasado, después de que los poetas surrealistas tuvieron que callarse la boca, o se callaron la boca por gracia del pandullo, tirarlos al mar con una piedra amarrada al cuelllo, los ramblos laureles pasaron a llamarse rambla de General Franco. La ley de Memoria Histórica obligó hace poco a cambiarle el nombre. Poco conocedor de los tiempos pasados, que a nuestro parecer siempre fueron mejores, el actual alcalde no se acordó del antiguo nombre. En fin, construyeron, después de la guerra civil, el hotel Mencey, con arena del barranco, y barrios obreros, con arena de la desaparecida playa de Los Trabucos, donde hoy se asienta la Dársena Pesquera, y sólo unas cuevas, abandonadas a su suerte, dan testimonio de los años cincuenta, cuando a mí me dejaban sobre un saco de papas sobre la arena de esa playa y mi padre y mis tíos y mi abuelo Juan y otros cargaban arena en cestos de mimbre y la subían a la carretera vieja para cargarla en los camiones de Dragados. Mi tío Felipe se aquijotó, leyendo novelas del oeste, y se creyó un forastero, un extranjero en su propia tierra, y buscó en Venezuela una nueva patria. Murió de la bebida. Recuerdo sus cartas fervorosas, diciendo que las islas eran una colonia y que tenían que liberarse de la metrópoli. En cambio, mi tío Juan no era amigo de la política, y escribió a su mujer, en Icod, que quería volver para conocer a su hija. Su mujer le contestó que ya tendría tiempo de conocer a su hija, y él se olvidó de las islas y se casó en Venezuela con una mulata de Los Llanos y sólo Dios sabe si aún vive y quién escribió su destino. Un destino sin piedad escribió el hado a mi abuelo Juan. Su padre, un hermano de Benito Pérez Armas, no lo quiso reconocer y mi bisabuela, estudiante de medicina, cayó en desgracia. El patriarcado canario no perdona. Algún día, diosmediante, hablaré de mi abuelo Juan. El caso es que ayer paseaba con Marcelino por Santa Cruz, y me contaba la visita a la isla de un amigo canario que hoy vive en Venezuela. "El presidente Ch no se come a nadie --decía el amigo-- y allí corre el dinero". Aquí también, por lo que veo. El consejo de ministros del Gobierno español celebrado ayer en Las Palmas aprovó para las islas una pasta gansa para los próximos diez años. Paco Pomares, columnista del periódico La Opinión, pone en duda "la palabra de Zapatero". El periódico El Día, presuntamente independentista, saca en toda su primera página una proclama contra España y contra la isla de Las Palmas. Mi amigo Anghel me envía por correo electrónico una convocatoria de una manifestación que se organizará en La Laguna para pedir la independencia de Canarias. Si Hacienda me deja tiempo y puedo elaborar una pancarta que diga que la futura capital de la república independiente debe ser Las Palmas, subiré a La Laguna.
Por lo pronto, adonde viajo es a Icod. A la casa del mago.
--¿Cómo va a ser el injerto en los garrafones? --pregunta el primo del mago.
--¿Qué injerto, muchacho?
--Sí, levantar del suelo los garrafones y ponerlos en alto... ¿no dice tío?
Y no para aquí la conversación entre el mago de Icod y el belillo de San Andrés. El mago se queja de las putadas que le ha infrigido su cuñado. El mago quería plantar aloe y el cuñado convenció al padre del mago para plantar papas.
El mago soy yo. En otros tiempos, a Icod iba a beber ron y a pintar cuadros surrealistas. Mi cuñado, acuarelista fino, convenció a mi padre de que mis cuadros eran lo que eran, no más que cagadas de moscas. Tuve que dejar de pintar, y con la ayuda de mi primo, plantar papas. La historia de la plantación de papas merece un capítulo de 8 páginas, así que por lo pronto lo voy a dejar. Pero me salí con la mía en lo de hacer el vino. Aproveché la visita a la isla de mi hija Sibi y ella pisó la uva y en garrafones metimos el mosto. Hoy llegamos a Icod y el mosto ya había fermentado. La cosa promete un vino excelente.
Mi padre y mi primo encienden la tele y ven el partido de España.
--¿Pa qué lo pasas pacá, maricona de mierda?... Estamos ganando dos uno y estamos otra vez rebotados... (Sale Iniesta)... ¡Esta es la máquina! --clama mi primo.
Volvemos a San Andrés. Me suena el móvil. Es el poeta Orlando Cova. Nos vemos. Me pasa un original que pretende publicar pronto. Quiere que yo le dé una ojeada. Leo la primera página: "Jesús, Jesús --grito, pero ni yo me oigo--. ¿Cómo me va a oír, mi querido amigo Jesús Castellano, gran fornicador, bebedor de ron y buen novelista". Tacho "mi querido amigo". Le resta fuerza al relato. No tacho "gran fornicador". Soy, es verdad, bebedor de ron y buen novelista. Y lo de fornicador, depende con que mujer. A Orlando, que yo sepa, no lo he fornicado nunca. Pero lo de fornicador le da interés al relato, así que lo dejo. Quiere que escriba una contraportada. Ya veremos. Por lo pronto sueño que el vino se guaresca. Que se haga un vino mágico. Que beberlo sea convocar a Campanilla. Para que beba conmigo el vino mágico y yo descubra quién es, cuálas son sus aventuras por otros blogs, de qué color son sus polvos dorados y cómo suenan sus... En fin, los sueños sueños son, porque la realidad es una bronca en el bar Castillo, entre José Juan, que quiere que escriba la historia de su vida, y mi primo.
--¡No me vuelvas a decir una palabra más!... ¡A freír puñetas te vas tú, muchacho!... Pueblo más asqueroso éste de San Andrés, valiente basura de mierda --grita José Juan, mientras por delante del mamotreto pasa para S/C la última guagua, y José Juan, el último habitante de la última caseta de pescadores que queda en pie, canta:

En un rincón del alma
donde guardo las penas,
allí mi amor se fue...

y

Esa paloma que dejó su nido,
como ella quiero yo tener las alas
y cerca de la fuente encontrar
un vergel lleno de flores
que me haga olvidar
mi vida con esa mala mujer...

Canta bien este José Juan. Si cuenta su historia como canta, valdrá la pena ir para su caseta una noche venidera...

2 comentarios:

campanilla dijo...

Ya veo que me quiere emborrachar con su vino para enterarse de quien soy...le agradezco la invitación, y supongo que haríamos las paces después de la regañina que me echó ud. ayer, (con toda la razón del mundo). Pero siento decirle que por motivos personales no voy a estar presente por aquí al menos en una temporada, (tampoco es que importe mucho) le deseo buena suerte, y decirle que esto no es un adiós, es un "hasta pronto", también envío un saludo para todos sus lectores, y en especial a Ramón, hasta pronto.

Ramón Herar dijo...

¡Ay Campanilla, este blog no será lo mismo sin ti! Debe ser que ese sitio a donde vas no hay conexión de ningún tipo ¡Pero qué sitio es ese! Quizás, lo que buscas es eso, desconectar del mundo, seguir tu revolotear pero de otra manera, lo que me suena a otra cosa diferente. Pero, ya sabes, quedas emplazada para vernos en la caseta de José Juan (San Andrés), echarnos unos vasos del vino ese de Jesús (que Dios nos coja confesados) mientras José Juan nos cuenta la historia de su vida y alguno de sus cantares. Jesús (nervioso por tu presencia) escribirá algunas notas para disimular, y yo… yo sacaré las fotos pertinentes para inmortalizar la escena. Tus resplandecientes polvos dorados, Campanilla, seguro que le dará a la imagen un tono cálido irrepetible.