domingo, 4 de octubre de 2009

Todo eso da igual. Miguel de Cervantes lo dijo todo y no hay nada nuevo bajo el sol. Lo que no se sabe se puede inventar. Todo es tan evidente, que inventarlo, verlo, es tan sencillo como no tirar la primera piedra. Todos nos equivocamos, hemos tirado alguna vez esa piedra y nos hemos equivocado. Da igual. Los animales siguen estando ahí, y el más deplorable de todos, el ser humano. Todos nos equivocamos, y debemos pagar nuestras equivocaciones. Pero yo estoy ya harto de pagar. No más mentiras. Canarias, decía Víctor Rámirez, es un pueblo de castrados que se convierten en castradores. Vale, eso es así, no tiene vuelta de hoja. El enemigo no es el godo maleducado, el español que viene aquí no como Ignacio Aldecoa, que no sólo descubre la belleza y el alma de todas las islas sino que sólo se detiene en el canario noble, en el que sufre y trabaja, sino que el enemigo es el godo hediondo, judío, cristiano o musulmán, que viene aquí a enseñar técnicas a los castradores autóctonos, y que en lugar de encontrar gente isleña que los ponga en su sitio, encuentran maleducados que se comportan como ellos. Mierda para los dos, para el godo hediondo y para el canario que se comporta como ellos. Esos comemierdas, godos hediondos y canarios hediondos, saben que sus queridas, sus mujeres, sus hijas y sus sobrinas son lo que son, y como nadie reconoce el mal en sí mismo, cagan sobre los demás la mierda que no pueden soportar en sus casas. Y eso no sólo los españoles. Pregúntenle a Alonso Quesada por los ingleses. Pero hay ingleses y españoles (Ignacio Aldecoa) que merecen más esta tierra isleña que muchos canarios que parecen alimentarse de las cagadas del godo hediondo, y actúan como ellos. Ingleses así, con clase y con respeto al pueblo donde viven, yo conozco algunos. Deivi, así lo llamamos en el pueblo de San Andrés (Tenerife). Gracias a personas como Deivi, que saben que una copa guarda un demonio y que cualquier demonio tiene una sabiduría escondida, podemos seguir mirándonos a nosotros mismos. Lo demás es literatura. Y lo dicho, ya estoy harto de pagar. Y ahora me toca cobrar, como en un cuento de Rubem Fonseca (¿lo conoces?). Pues eso.

1 comentario:

campanilla dijo...

Te refieres al libro "el cobrador" de Rubem Fonseca?, pues sí, en esta vida siempre estamos pagando, por nuestros errores y también muchas de las veces por los de los demás, y ya es hora de poner las cosas en su sitio y levantar la cabeza para no hundirnos en la mierda.
Saludos.