domingo, 18 de octubre de 2009

--Los grandes amantes son siempre hombres ociosos. Yo follaba mejor siendo un vagabundo desocupado que siendo un salta-cronómetro.
Yo me había levantado de la cama, me había puesto la única camisa limpia, sin planchar, que estaba en el armario y bajaba ahora por la calle de La Cruz. Allí, enfrente de la cruz verde, siempre con flores frescas, en la ventana de la casa de Chani el gato, conversaban él y Charles Bukowski.
--Jesús, eres un traidor, ya hace cinco días que no apareces por aquí, ¿a dónde vas tan elegante?
--A ver esa película para hablar en el programa el martes... Tú sí que eres un traidor, un poeta como tú y te rajaste del programa, a ver cuándo vuelves...
--¿Necesitan un reportero? --preguntó Bukowski.
--Si hay una transmigración de las almas, yo aún no estoy siquiera en el escalón más bajo. Mi vida es el titubeo antes del nacimiento --era Franz Kafka, que apareció por el cotarro sin que ninguno lo hubiese visto venir.
--Vaya, menos mal que dejó de llover y salió el sol --dijo Bukowski. En una mano sostenía una maleta de cartón que se estaba cayendo a pedazos--. En otro tiempo fue negra, pero la cubierta negra se peló y el cartón amarillo, como ves, ha quedado al descubierto.
--¿No fuiste ayer a ver la película? Me dijeron que ayer fuiste al cine --indagó Chani.
--Ayer vi la que ponían en el TEA... Es de un hombre que cuida una casa en venta, una buena casa con buen jardín, y le da miedo el mundo, salir a Ciudad México... Toda su vida la hace dentro de la casa, donde por el día recibe de vez en cuando la visita de la dueña, la señora, y también, pero por lo bajini y de noche, la de una amiga que trabaja en una cantina... En cada visita de la señora, esta parece estar diciendo "esta no es tu casa, esta no es tu casa", pero lo que dice de verdad es "Beto, quiero que limpies bien todo que mañana viene un posible comprador"... La visita de la chica de la cantina es todo lo contrario, a ella le gusta visitarlo y a él recibirla... Sólo dos veces, Beto (un hombre que habla sólo lo necesario, en un mexicano cerrado cuando lo hace con la muchacha y en un español más claro cuando habla con la señora) sale al mundo... Una vez para pagar la mordida a la policía cuando detienen a su amiga, para que la pongan sola en una celda y no apretujada en la celda común, y otra vez cuando la señora lo saca a pasear en su coche con chófer para ir al mercado, donde el pobre hombre ya no aguanta más y se desmaya y se abre una brecha en la cabeza... Es el tipo de cine que le gusta a Ramón...
--Mi desarrollo ha sido sencillo. Cuando todavía estaba contento, quería estar descontento --dijo Kafka.
--... no quieren que lo lleven al médico sino a la casa, y se cura él solo. Luego, por fin, una gente compra la casa y a Beto se le cae el cielo encima. ¿Adónde va a ir ahora?... En una reunión familiar, los ricachos deciden deshacerse de sus servicios, ya no es necesario para nada... La señora lo visita por última vez mientras su chófer se queda afuera esperando... En un gesto de piedad cristiana, le entrega un sobre con dinero suficiente "para vivir cómodo tú y otra persona"... El director es bueno, sólo con la imagen se ve un deseo reprimido entre ambos... Beto camina detrás della cuando la señora ya quiere irse... a la señora, seguramente asfixiada por el deseo, le da un vahido y cae desmayada... Beto se agacha y la besa en los labios... y va a buscar una pala con la que recogía la hojarasca del patio, y a palazos le escacha la cabeza... Luego llama por teléfono: "Lupe, ven a la casa, pronto, por la puerta de atrás", y cuando le abre la puerta de atrás a la chica, le entrega una maleta con sus cosas y todo el dinero... Ella se va y él avisa al chófer, que entra en la casa, nervioso, seguramente con miedo de que a partir de ahí él tampoco va a ser necesario... En la siguiente escena está Beto en la cárcel, en una celda individual, viendo comodamente en la tele los informativos que antes veía en la casa...
--¿Te han dicho alguna vez lo divertido que eres? --preguntó el viejo Bukowski.
--Pasan los años y todo se queda siempre en ilusión, espera y deseo, y nos conformamos de momento con alargar la centelleante copa...
--Creo que me voy a acostar, esta noche no voy a salir --decide Chani.
Y yo me largo para la parada. Si pierdo la guagua, no voy a llegar a tiempo al cine, a ver esa película de cristianos y mujer sabia de la época no sé qué.

1 comentario:

Ramón Herar dijo...

“Ay Orestes, todavía no te has dado cuenta que ya hemos perdido”. Le contesta Hipatia al gobernador de Alejandría cuando le decía que tendría que alejarse del ámbito político o ya no podría protegerla. Hipatia, sabedora de que en ese terreno ya no importaban los argumentos sino las emociones (y las emociones de la fe siempre han sido más fuertes que las de la razón) se refugió en su conocimiento de círculos y elipses, en el mundo de la eternidad supralunar, la única que todavía podía atender a razones. Ay Hipatia, tan llena de razones que te olvidaste de amar, de amar a Orestes que tan tiernamente te ofreció su corazón. Ay Platón, por qué tuviste que sembrar tal abismo entre idea y cuerpo, porqué la entrega nos obliga a decidir y no a abarcar. Por qué lo uno turba lo otro, por qué siempre nos olvidamos de ti, Sócrates, armonizador de los opuestos, sabio supremo de la dialéctica. Será por eso, porque al final también perdiste en tu batalla contra los egos del mundo, y supiste de la amarga victoria de la cicuta.
Ay Amenábar, pusiste la mesa, la cubriste con manteles de fina costura y cubertería de plata, la sembraste de ricos manjares y de dulce licor, pero a la hora del banquete te fuiste por la puerta de atrás, y callaste mientras la jauría humana lo devoraba todo. Por qué, llegado el momento, no hablaste de lo que tenías que hablar, por qué callaste pensando que ya estaba todo dicho. Ahora todos los que piensan como yo tendremos que callar también, porque por mucho que gritemos ya nadie nos va a oír. Ay Hipatia, supiste de la derrota sin darte cuenta que el beso y el abrazo te hubieran dado la victoria, qué frialdad la tuya ante un Orestes que nunca pudo superar su complejo de mendigo por tus desaires. Ay Hipatia, cuánta razón por tu libertad y qué triste final a esa biblioteca legendaria. Lo que tanto cuesta construir qué fácil es que caiga preso de las llamas, pero si en nosotros está el mal también está nuestra salvación, palabra de Dios (o eso dicen).