sábado, 8 de diciembre de 2012

jueves malavida

--Deja de perseguir el amor guiado por la polla de un don juan con díndrome de abstinencia.
--Hombre, lo que busco es un amor sin tanta polla, y qué va. No hay manera. Por eso muero por dentro.

Empezó a interesarme la conversación de esos dos tipos en la barra del Malavida. "Muero por dentro" es un libro que me prestó Sita ya hace unos seis meses. El autor es Robert Silverberg. La portada es deprimente. No hay piedad en esa portada. Me recuerda la posición fetal de Tito el otro día cuando perdió el combate.

"Vieja máquina de escribir, vieja embustera, ampárame ahora y siempre".

Me fue tan difícil entonces consolar a Tito como me es ahora la lectura de este libro. Lo abro de nuevo al azar.

"Asqueroso judío sabihondo con la cabeza llena de mierda... durante toda tu vida te has dedicado a espiar a la gente".

Dios, hay libros que merecen la hoguera. Muero por dentro es uno. No sé si otro es Nación de pájaros. Literatura densamente triste, despiadadamente inhumana, críptica. Hace tiempo leí casi todos los libros de Samuel Beckett (¿se escribe así?). Terminé saturado. Llegó un momento en que odié su obra y no volví a leerlo más nunca. Ya lo único que recuerdo, no sé en qué título, es el episodio de un hombre que llevaba varias piedras en los bolsillos y hacía ajedrecísticas operaciones en el uso de las piedras para limpiarse el culo. Calculaba las que ya había usado y las que no. Recuerdo cuando yo era niño en San Andrés que íbamos los chiquillos a cagar al barranco y usábamos piedras para limpiarnos el culo. Pero este recuerdo tiene poco que ver con el del irlandés de Esperando a Godot. Más bien tiene que ver con Las mil y una noche. Un cuento de las mil noches y una donde... Apunto en mi agenda:

Devolver a Sita el libro de Robert y pedirle el cuento de la princesa prisionera.

Recuerdo a Sita la noche que evitó el asesinato de una viuda. Estoy en el Malavida, enfrente a la pared donde la viuda nos cautivó con una danza Zen, asomada a la calle y un tipo desde una ventana diciendo que la matáramos, que era una viuda negra. Y era verdad, pero gracias a Sita nadie la mató.

Malavida. Noche de los jueves. Cada vez la hace más grande Rubén Díaz. Sabe elegir la música y tocarla, y a los poetas y a los cantantes. Esta vez un cantante, muy bueno, y recitando, una chica llamada Imma (si no recuerdo mal), con tres libros en Baile del Sol y yo sin enterarme. Me gustaron mucho sus poemas. Encontrar un buen poema es más dificil que un camello entrando por el ojo de la cerradura. Y también Fernado Senante recitó buenos poemas, e hizo que el local se llenase de gente que no estaba allí (José Luis Piquero, Orlando Cova y Ernesto Delgado Baudet entre los autores que he conocido).

Salgo con Anghel y Bea del local, conminado para un recital el día 20, donde seguramente estaré, si nadie se molesta, junto con Alejandro, Evelia, Marrero... y para la próxima presentación de Nación de pájaros. Estos poemas de Ignacio Gaspar los he leído en todas las estancias de la casa. Al tiempo, encontré un ejemplar de la primera edición de Ídolos de bruma, narrativa impecable de Roberto Cabrera. Por un extraño azar o destino, Ignacio Gaspar y Roberto Cabrera viajan juntos en mi imaginario de letras en este país.

Termina la hora. Hasta otra diosmediante.

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