miércoles, 5 de diciembre de 2012

¿solución?

Amigos que mean fuera de la pota. Enemigos que aburren a las piedras. Pesadillas por la noche. Sueño que ya todo está despoblado --o lo que es peor, poblado de gente extraña-- y estoy más solo que la una. Y que es mejor estarlo. La Academia Chitoski, vacía como la nevera. No tenía gas, no funciona. Puede servir de zapatarero. Nevera de enfriar zapatos para pies fríos. Yo mismo vivo en una nevera, pero no tengo frío. Enciendo las palabras como si fuese leña y cocino las historias. Ayer, después de la radio, con Ramón y Sita viendo escaparates. No me apunté al viaje a Icod. Tengo que ir a Icod. Icod lo tengo clavado en los sueños como una azada en tierra fría, dura y seca. No tengo más calor que las palabras. Cuando me faltan, me abajo al bar de Nalli, a oír a Jesús y hablar con Nalli y con Rosa. Santos todavía no ha traído el Aldea. Vale Arehúcas. No es traicionero como otros de su clase. Y además, no me puedo quejar, con regalos de cumpleaño a cual más práctico. Camisa y pantalón, bolso, almanaque con cuadros de Klee, y Las Sietes Islas convertidas en estampas. Gente amiga se acordó de mí. Pero anoche no tuve sino pesadillas. La casa era una nevera. No tenía frío pero vivía dentro de la nevera. Solo, sin nadie, sin palabras, sin colores ni formas que quisiesen arder. Alberto Linares tiene un cuento donde la casa es un ser vivo. Desperté como si mi casa fuese un ser vivo hostil. Frío y húmedo. Me vestí de cualquier manera y escapé al bar de Ibrahim. El primer café del día, las noticias, el periódico. Después de leer a Chaves y a Peitaví, a casa a darle al estropajo. Mi casa está como mi narrativa, con escombros, escombros que intentan ser un conjunto, un conjunto a veces malogrado. No sé dónde pillar una máquina de quitar escombros, hasta ahora lo único que hago es añadir. Sé cómo construir la máquina, pero no la construyo. Todo a su tiempo. Ahora es tiempo de toda la mañana esperando pillar una llave de mi casa. Menos mal que tenía un trabajo entre manos. Palabras palabras palabras.

La vi bajar a la hora en que el sol alumbra los jardines.
--¿Trajiste las llaves?
--Sí, y el libro --dijo la repartidora del Círculo de Lectores.
Sonrió.
El libro: La llave de los enigmas.
--Firma aquí.

"Un ciudadano se reía del tonto del pueblo.
--A ese le das a escoger entre una moneda de dos euros y otra de cincuenta céntimos, y siempre se queda todo contento con la de cincuenta céntimos.
--El tonto es usted --dijo el detective.

solución en la página 185".

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