domingo, 16 de diciembre de 2012

Nación de pájaros...

Nación de pájaros o desesperación de amanecer.

Entre las preciosas ridículas que alternaban con los poetas simbolistas, y la criptografía posmoderna, no sé qué elegir. Ignacio Gaspar tiene en su leyenda meritorias hazañas. Relatos que no serán olvido, y esa marca imborrable que fue 485 años después del año de la nana, obra que marcó nuestras lecturas de juventud. Por un lado, Ídolos de bruma (de Roberto Cabrera), literatura urbana, y esta obra de Ignacio Gaspar, abrigada en una lengua campesina, de hombre rodeado por la naturaleza en una civilización sin dioses, animada por vibraciones telúricas donde cada acción y cada gesto humano no son pasajeros episodios, sino que forman parte de un ritual animista. Los elementos de la naturaleza son conscientes de ser y dañan y penetran las almas de los actores, los habitantes humanos, siempre presentados con un nombre y un apellido. Provocaba la sensación de que quien escribió esas páginas no es un autor sino la tierra misma que lo habita.
Mucho de todo aquello pierde bastante Nación de pájaros. Aquí, aquella manera de oír las palabras como si hablasen la niebla, la tierra... incluso la casa donde vive el hombre era en 485 un ser vivo que marcaba la existencia y el ser de sus habitantes.
En Nación de pájaros, de todo aquello que mi memoria recuerda de tal modo, no queda sino, en una lectura respetuosa, un mantra --me lo descubrió Dr R ayer en una desierta Malavida--, una función lúdica del lenguaje (función que se le olvidó decir a Víctor Roncero cuando habló en La Puerta de las funciones del lenguaje), donde las palabras se despojan del significado y hacen valer el sonido que provoca el encadenamiento de unas con otras. Lo nuevo, lo que Ignacio quiere incorporar, es --a mi entender-- posmodernidad vacua que se disipa en preciosismo verbal. Sin aventuras, o con aventuras diluidas. Sin embargo, quedan gotas de la antigua lejía (elegía) en estas aguas.
El ejemplar que tengo no se lo he devuelto a Ramón. Cargo de un lado a otro el libro, porque me niego a creer que Ignacio Gaspar nos haya querido tomar el pelo con una machangada. Sospecho que el libro Nación de pájaros o desesperación de amanecer me está planteando un inevitable enigma.  Ignacio y uno tenemos algo común que resolver todavía. Creo que una copia de su novela, una copia que él no tiene, que yo sepa, está ahora dormida en el disco duro de un ordenador apagado. Es suya. En sus manos la pondré cuando arregle el ordenador si Dios quiere.

Olvidé citar un libro, este sí de poesía auténtica: Arbol de fuego..

No hay comentarios: