lunes, 11 de noviembre de 2019

El cuento de hadas no tiene piedad ni contemplaciones. Cuanto más antiguos, más bestias. Y el lenguaje narrativo es esencial, todo es pertinente en el lenguaje, no hay nada que estorbe.

Esta semana empecé a pensar en el de Caperucita. En la relación de la madre y la hija. Lo relacioné con otro cuento --no en el canon de las hadas-- de Yourcenar. Este es de una viuda que recibe a escondidas por la noche al asesino de su marido, un hombre que vive oculto en el bosque. Un día el pueblo logra atraparlo y ajusticiarlo. Lo matan. Alegres de su hazaña van a darle la buena noticia a la viuda. Y la viuda, hipócritamente, agradece lo que hicieron. Pero por dentro la maldición que les echa es terrible.
En el de Caperucita Encarnada, lo que imaginé es que la madre de Caperucita la manda a casa de la abuelita para que no esté por los alrededores cuando la vaya a visitar el hombre que le alegra el día. El lobo es un laja, un pendenciero ensatirado que se tira a la abuelita y se tira a Caperucita. y el cazador el que salva a Caperucita de la mala vida que le va a dar el lobo. Lo que vendría es continuación no escrita. El cazador, que es el hombre que va a visitar a la madre, no deja de saber que ya Caperucita es una mujer. Incluso puede estar anunciado el nuevo enamoramiento en el cuento ya escrito: el cazador mata al lobo por celos.

Hoy estuve trajinando la cabeza con el de Belladurmiente. En una tesis que encontré buscando información se dice que los cuentos de hadas responden a un canon patriarcal:

"Los cuentos de hada clásicos imbrican un logocentrismo fundamentado en binarismos reduccionistas  (masculino/femenino, activo/pasivo, razón/emoción, cultura/naturaleza, etc.) que en su jerarquía relacional privilegia al hombre y sustenta el sistema patrialcal".

Mi madre, el doctoral estilo. En fin, seguiré hojeando la tesis. Pero no veo yo en Belladurmiente el patriarcado. La cosa comienza con una madrastra que anula al pobre padre de la niña y luego, cuando la niña comienza a tener edad de mujer, la cólera de los celos delatan a la madrastra. La niña huye y lo pasa muy bien con siete hombrecitos cada cual con su defecto y su virtud. Pero el que la despierta a la vida es el que sabe besarla bien, el que la saca del sueño provocado por la manzana que le dio la madrastra.

En fin, lo único cierto es que un cuento de hadas hay que empezarlo con érase una vez hace mucho tiempo...

Cuento de hadas fue el viaje ayer con Ramón a Taganana. Quizá lo cuente.

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