jueves, 21 de noviembre de 2019

Esta vez lo que estoy viendo es un reportaje muy bueno sobre Pasternak y su obra El doctor Zhivago. La tengo por algún lado de esta casa. No recuerdo dónde la encontré.
En el final de la infancia vi la película en el cine Víctor. Me llevó un vecino, aún joven, que vivía por los alrededores del colegio que guardaba mi padre, en el barrio Salamanca. Se portó bien el hombre. Tres años más tarde no tanto, pero esto es otra historia.

Obsesionado con la corrección de una obra donde soy uno entre diez. Señor, ser uno entre diez es no ser nada, estar empleando el tiempo y, mal o bien, el ingenio para agua de borrajas. Ya lo hice hace muchos años con el mismo destinatario del trabajo. Yo estaba lejos. La obra tenía 400 páginas y no sé cuántos capítulos. La leí de un tirón, una semana leyendo. Luego trabajé más días los capítulos, sin otro mérito que podar, sin añadir nada, lo cual alegraba mi trabajo. Los fui mandando al destinatario los capítulos uno a uno. ¿Sirvió para algo el trabajo que hice? Para nada.

Yo tenía empleo entonces en una editorial en Gijón. Además de arreglar textos ajenos los fabricaba, textos distintos a las traducciones habidas, y así el editor evitaba pagar un trabajo publicado por otra editorial. Como eran obras célebres, había varias traducciones. Yo usaba dos y hacía un común denominador, un texto nuevo.

Paro el reportaje sobre Pasternak, paro de escribir y voy a Ibrahim. Noche serena. No se sabe si hace calor o frío. Junto al contenedor una placa de hierro que es un cuadro. Luego voy y si sigue allí la traigo. Wasap de los animales (vuelvo a tener wasap), en pleno preludio de Ático Subterráneo. Qué cascos en esas cabezas. El mío no entona, ay mi madre. Bueno, en Ibrahim dos frases memorables:

--Cuando el marido dice una cosa y la mujer la contraria, malo, muy malo --Ibrahim hablando de un futbolista, otra época.
Me pregunta si tengo ahora mucho trabajo. Cuco es este hombre.
--¿No tienes que terminar un cuadro? --Cuco y maestro actor; lo dice tan serio que caigo y le informo
que no vendo cuadros, que no tengo caché, que es una afición. Y la puta máquina, ya perdí otra vez. Noviembre ha sido un aviso. Deja de jugar. Deja de jugar. Los vaticinios no son como para estar jugando. Ni con la máquina ni con las personas ni con nada.

Viene el invierno. Ha brotado afuera en la tierra una planta de plátano. Será un escudo, ojalá se guarezca, contra los malos tiempos. Contra los malos tiempos, serios negocios. Tratos serios. El eje del dinero en la rueda de la vida se hace valer. El sexo pasa a un segundo plano. Sin tiempo que perder. Y el vino, hasta fin de mes ajo y agua.

--Ahora que tienes trabajo no hay quien te aguante --Martín a... en la escalinata.

Es la segunda frase.

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