miércoles, 27 de noviembre de 2019

Se han detectado peligros potenciales. 

Internet avisa.

Si los peligros que se avecinan se salen con la suya, adiós. Fuera conexión. Una jodienda porque esta página es el inodoro de las cosas del día. Lo suelto aquí y me lo alivio de la mente. Doy de la mente.

Otro peligro no tiene que ver con esto sino con la fuente de ingresos. Mañana visita obligatoria a la oficina del banco.

Otro asunto que me preocupa es la desaparición de papeles importantes desde... Tengo que volver a buscar. No todo mal pensar es verdadero.

Con la comunidad literaria cada vez estoy peor. Estoy por darle la razón a Víctor Ramírez que señaló que un rasgo distintivo de la identidad de este pueblo es la mimosería. Pero en este caso no tanto el ser mimoso uno mismo (los hay, autores mimosos, pero no es el caso) sino mimar a los congéneres. Acariciarlos y besarlos y obviar cualquier crítica ácida o desacuerdo grave. Te expulsan de la tribu.

No debo de ser hombre de tribu. En el Hogar Católico --principios de la juventud-- me expulsaron de bibliotecario porque el primer paso que di fue comprar libros de Lutero.
De algunas entrevistas de trabajo me expulsaron por no ir con adecuado atuendo.
Me expulsaron de las Juventud Comunista porque en el escrito que me encargaron para Mundo Obrero (no lo publicaron) me entretuve en señalar los defectos de la aplicación del sistema y el futuro derrumbe de la URSS. Me quedé sin espacio para señalar los aciertos.
Los anarquistas del Norte de España me expulsaron porque en el trabajo que me encargaron (lo publicaron; lo leyeron después de impreso) hice un cuento en que defendía a un franquista obrero frente a una infamia de una comunista burguesa.

Y de niño me expulsaron del catecismo porque a una niña rubia que me tenía loco de amor le quité la silla cuando se iba a sentar. Yo lo hice como broma, para llamar su atención, pero a ella no le gustó la broma y el catequista, que sin embargo me admitió en el coro si cantaba en silencio, me expulsó.

Ya menos niño, en el colegio, también me expulsó la señorita Elvira. Recuerdo algo más en relación con ella. Una vez un hombre en la calle me dio para ella una carta encerrada en un sobre en blanco. Me la metí en el bolsillo y en vez de subir a clase me fugué con otros a jugar a la pelota. Por la tarde si fui a clase y le di la carta. Estaba toda arrugada. Me miró mal y desautorizó mi descuido. Para volver a ganar su favor, cuando encargó un dibujo por navidades, yo me esmeré dibujando y coloreando una farola de una postal de navidad. Cuando le di la obra de arte, la miró con desdén y me la devolvió como si le hubiese dado un papel sucio. Con lo bonito que a mí me parecía, con el cariño que lo hice...
*

16.34. Voy a prepararme para bajar al club de lectura. Luego vuelvo.


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