domingo, 3 de noviembre de 2019

También hubo cosa buena en el recital de ayer. Pero si vas a una boda y en el pastel aparece un pelo, no hablas de lo bueno de la tarta sino del pelo. En fin, para que las cosas funcionen hay que aprender a que la vida son pelos. Lo que no perdono es el vino malo.
Entre lo bueno, una mujer que salió al final, y cantó a las mujeres kurdas. Cantaba bien y llegaba. Elena Martín.
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De una novela mágica aparto el polvo que daña el cristal transparente. Novela con la magia de Cunqueiro pero con estilo africano de bebedor de vino de palma. El movimiento de las palabras debe alimentarse del movimiento de los astros. Cuando pierde  de vista la geometría del universo, se estanca el cuento, y se marea la perdiz. Ese es el polvo que cubre el cristal donde se ven maravillas. Mi trabajo es el de un relojero que ajusta el ritmo y la armonía. No es broma. Pero el vino, en este caso, sí es bueno. Da vida.

Y de otras historias poco. Ramón al final no llamó.
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Los animales preparan Ático Subterráneo. El casco obligatorio lo pillé hoy. Se lo pedí prestado a mi sobrina la hija de mi sobrina. Wang sigue amable. Le señalo los defectos de los cuadros que hace, pero cuando pienso en los míos, mis defectos, me callo la boca. Pero por lo menos tiene uno que es movimiento de los astros. Y me jode reconocerlo, hoy me fijé y me llamó la atención. El cuadro es un momento de mucho movimiento (barcos, camiones, gente..) en un muelle. Pero la sensación que me daba al mirarlo, es que el movimiento se había detenido, el tiempo se había detenido. Por la noche ( a cuenta de un debate, donde defiendo que 2+2 es 4 pero que también puede ser 5, en el caso de que en la suma se relacionen los volúmenes con el peso) estuve viendo cosas de la teoría de la relatividad, donde se relaciona la geometría con la física. Mucho para mí. Loro viejo no aprende idiomas.


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