martes, 12 de noviembre de 2019






Televisión del bar. Aventuras de la guardia civil de carreteras. Tedioso programa. La vida y la muerte sobre el asfalto. El móvil no tiene batería y no me entero de los resultados electorales. Un perro lanudo se acerca, pone las patas en la silla y me saluda. Las mesas que estaban fuera las meten para adentro. "El guardia se hace cargo de la situación pero el asunto es muy grave". Dejo de mirar la tele, le pregunto a la mujer del bar si están cerrando. Me dice que no, sonriente. El marido es el que no sonríe.

--No quiero ver a ninguno de esos políticos, manada de mamones, pónganse todos a trabajar --gruñe el hombre, pinta de chimpancé. La mujer es más parecida a una jirafa. Ella está iluminada. Él está apagado.  No tiene fuego, ella sí. Le pido fuego y salgo a dar una vuelta por la plaza.

Subo con intención de volver adonde me dejó Ramón, las calles desierta. 50 metros de empinada cuesta que me costó subir y en vez de seguir a la izquierda, por camino llano, seguí subiendo, extrañado de que la cuesta fuese tan larga, y el caso es que ahora la subía como una cabra, casi saltando, y más arriba vi una puerta abierta con luz dentro de la casa y la curiosidad me acercó a la figura que estaba en la puerta. Una mujer de edad, una anciana con pañuelo violeta oscuro en la cabeza.

¿Chito?, ¡Chito!...

Extrañado me quedé. ¿De qué me conocía la señora que estaba en la puerta?

--Chito, chito, ven, por dios, no te vayas

Paré de irme.

--Ven

Fui.

--¿No te acuerdas de mí?, yo era la que le llevaba el mejor pescado a tu madre, yo lo escogía porque sabía que tú ibas a comer ese pescado.
--No me acuerdo, señora, pero ya he cambiado...
--Conservas el mismo... Voy a hacer un café.
Hizo el café. Lo comencé a sorber con temor pero estaba tan bueno que perdí el temor.
La anciana me enseñó un sobre, procedente de Venezuela, que no había abierto. La carta había dormido dentro del sobre unos cuarenta años. Me dijo que lo abriera y le leyera la carta.
La leí.

*

--Ven a verme en la fiesta...

Me besó la frente. Descendí la empinada cuesta sin dificultad, casi sin usar el bastón. Hasta que llegué a la plaza, donde aún estaba abierto el bar Las Nieves.
Cuando cerraron fui hacia la parada de la guagua, esta vez sin equivocarme. Yo llegando a pie y Ramón llegando en el coche. Nos acercamos al centro cultural, lugar donde votar, animado de gente, la tele dando los resultados de las elecciones, excelentes sardinas y buen vino.
Ramón en animada conversación. Ya lo tienen como del pueblo.
Un hombre ya trabajado, apoderado del PSOE, oye las declaraciones de Pedro Sánchez.
--Yo soy del PSOE desde hace cuarenta años, y aunque soy analfabeto sé lo que hay. La cosa está turbia.

Regresamos. Desde lo alto, a un lado de la peña del León y la Calavera, paramos a hacer una foto. Taganana la nuit, la tituló Ramón en recuerdo de Pimentel.


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