martes, 20 de octubre de 2020

pastel de pera

 Es la primera vez que sueño con ... Le agradaba que la tocase y besara en los lugares público, donde había gente que podía vernos, y sin embargo lo hacía con la elegancia y la finura de un delfín viajando en el mar. Su piel reconfortaba como una guarecida cabaña en un bosque. Me dijo que le parecía que el amor que yo le mostraba era transitorio. Le dije que no, que la amaría mucho tiempo, no sólo ahora (en el ahora del sueño). Enseguida me di cuenta de esa sandez y rectifiqué. Le dije que estaba seguro de mis sentimientos y emociones en ese momento, pero que nadie podía saber la realidad de mañana. Quedó tranquila y seguimos amándonos (amor cortés) sin llegar a la conjunción total.  Lugares públicos, teatro, sala comercial, plaza... Y todo iba como brisa sobre la hierba, y entonces desperté.

Me acosté a las once de la noche y me desperté a las dos de la madrugada. El dos es el número del aprendizaje (tenemos dos ojos, dos fosas nasales, dos orejas... y si me apuran, dos fuentes defecatorias), del conflicto, del enfrentamiento... 

Las dos cosas que primero leí en pantalla fueron unas frases de Kafka y un poema de Bukowski. Una de las frases y el poema compartían una imagen: el mar helado.  


Kafka:

Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado que hay dentro de nosotros.


Bukowski:

... mi perdida infancia

salta como un delfín

en el mar helado.


El libro de Ana María me hace pensar en el tiempo y el espacio en que fue desflorada, y cómo fue. Lo que he visto no lo puedo decir porque la certidumbre que tengo es poca. En este caso, en La pesadilla que se muerde la cola, el personaje y la autora es la misma entidad. Dos personas en una. Hablar del personaje es hablar de ella. Y hay que ser certero, no te puedes permitir el juego de tirar barro a la pared, o palabras al papel (a la pantalla). El requisito indispensable sería preguntarle a ella si estoy en la verdad o estoy desvariando. Tiempo al tiempo. Por lo pronto la he conocido en sueño. Sabor a pera del Sur, de la que hoy Pamela hizo un pastel. Qué bien.

Vuelve a aparecer el mar en un poema de María de Vega. Junto el primer y último verso:

Escudriñar el mar

y la semidivina lascivia.


El verso de abajo lo escudriñé el otro día en la vigilia, y luego en el sueño. Música ascendente.

El mar, mañana si dios quiere... si voy a San Andrés.



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