domingo, 18 de octubre de 2020

un domingo no cualquiera

 Esta noche creo que voy a dormir como un lirón. Llegué  a la cita amorosa sobre las cinco y salí sobre las ocho. Al principio ni fu ni fa. La madrileña no olía a nada, demasiado profiláctica. Por no hacerle un desdén me metí con ella en la cama y cumplí, pero no disfruté. Y ella no sé, entre así así así cariño y uy cómo me gusta, no sé si fingía más que yo o no; yo: qué rica estás (qué hipocresía) y ella así así así cariño. En todo caso cuando vi que llegó a la luna, o fingió llegar, le dije bueno, otro día más.

--Pero no te has corrido.

--Es que yo practico el sexo tántrico.

--No te vayas, te invito a un café.

En la salita, sin vestirnos todavía porque hacía calor, con un ventanal abierto al inmenso espacio, desde donde se veía la isla de Las Palmas. Me dijo que cuando se sentía sola miraba hacia la isla y se entretenía con las luces de Las Palmas y otras localidades que no me acuerdo. Luego sacó un álbum de fotos con ella aquí y allá, en distintas partes del mundo. Me contaba su vida cuando sonó el timbre del portal.

--Un cliente que no avisa, le voy a decir que venga mañana.

--No te preocupes, si quieres yo me voy y recibes a ese cliente.

--No, no, estoy muy bien contigo. 

Fue al contestador.

--Es una amiga, mi mejor amiga. ¿Te importa que suba?

--Vale, voy a vestirme.

--No, no te preocupes. Ella también está en esto.

Subió y ay mi madre, me enervó la sangre. Canaria de Icod. Aroma a platanera. Se dio cuenta de lo que me pasaba. Se me paró la cosa. Se desnudó, y seguimos. Con ella, con la amiga, más con la amiga que con ella.

--Es maravilloso. Practica el sexo tántrico.

--Y tiene unas piernas muy lindas.

Y después quería que me quedara a cenar. Ya me pareció demasiado y les di una disculpa.

En el bar de una esquina tomé un café. Dos euros. Metí el euro de vuelta en la máquina. Nada. 

No todo es perfecto.

En llegando a casa (había olvidado comprar cigarros) le pedí uno a Nicolás, que estaba en la calle pálicando con el petaco medio gitano. La vecina galante, más abajo, oyó lo del cigarro --Nicolás no tenía-- y me dijo que ella me daba uno. Bajé y me invitó a entrar.

--Perdona como está la casa pero mi nieta lo tiene todo desordenado.

--Sí esto es desordenado, cuando entres en mi casa te va a dar un patatú. ¿Qué tal la ansiedad?

--No sé, ahora estoy tomando pastillas.

Insistió que me quedara a tomar un vino. Si no hubiera estado el marido --que fue quien me dejó los cigarros, una caja casi completa-- a lo mejor me quedo. Tiene una agradable voz y cada movimiento que hace parece un paso de danza. El marido no, ni danzarín (es un hombre fornido) ni música de las esferas. Además me sentía con ganas de retirarme e irme a dormir.

Ah, y Jely a mediodía le ordenó a Nicolás que me pidiera un plato para ponerme unos trozos de conejo.

Buen conejo, con buena salsa y buenas papas guisadas. Faltó la pimienta. Y ahora, antes, antes de irse a ver el partido del Tenerife, me alcanzó un trozo de bizcochó. Ya cené.

Domingo para señalarlo como festivo en el almanaque, y a lo mejor hasta llueve esta noche.


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