viernes, 9 de octubre de 2020

 --El que esté libre de pecados que tire la primera piedra.

Me extraña que todos a una no hubiesen tirado la piedra que tenían en la mano, disputando por ser el primero en tirarla.

Surge la noticia de un criminal --que dios se apiade de su pobre espíritu y que la Justicia haga su trabajo-- cuya acción es vil, pero la tropa de linchadores no sé si será peor. Linchadores que dan rienda suelta a sus instintos criminales. El criminal real es apartado y juzgado. A veces bien, a veces mal. ¿Pero qué hago yo deseándole que lo sometan a una tortura lenta y tan despiadada o más que el crimen que el tal individuo ha cometido? Los inquisidores, los policías de crueles dictaduras, etc. debieron ser  criminales de este tipo pero protegidos por la ley. Pero los hay que no pueden hacerlo, no pueden morder, pero se desgañitan ladrando. 

No desear mal a nadie, ni a la peor persona, ni siquiera a tu enemigo, no debe de ser muy corriente. 

Dios nos libre de unos y de otros. Si es que no estamos también en esos ejércitos de criminales frustrados que dan rienda a la lengua y así se consuelan. Bueno, la lengua es como el culo. El culo lanza los desperdicios del cuerpo y la lengua los desperdicios del pensamiento. El mundo está demasiado lleno de basura. Lo que hacemos con la naturaleza --y no me vengas con discursos ecológicos de buena voluntad-- es consecuencia de lo que somos por dentro. Necesitamos al más horrible criminal, de hecho, para mostrar que él es como nosotros. Y dime que no, que tú no harías lo que él hizo, pero que si harías con él lo que él hizo. Conócete a ti mismo.

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En un semisueño vi algo en lo que nunca había pensado. ¿Por qué me atrae sexualmente la mujer inteligentes, mala o buena? Lo que vi --no sé si es cierto-- es que en una mujer la inteligencia (donde hay armonía entre el pensamiento, la intuición y el instinto) está en proporción con el sabor de su coño. Y eso es lo que importa. La belleza aparente es un espejismo. He estado con mujeres objetivamente bellas, y no tontas del todo, que no tienen ningún sabor y con las que no he deseado una continuidad porque son desabridas por dentro. Por eso amo --amor en mi caso no es sino una atracción sexual poderosa-- por el olfato. Y por el oído. La voz delata el genio o la bobería. Y el genio es como una planta. Si no respira aire limpio y agua no dañada, si no se marchita (le pongas los potingues que le pongas), su olor y su sabor es limitado. Nada extraordinario.

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Me está cautivando --ya sus novelas, de Ana María, me dieron señales de su genio narrativo-- La pesadilla que se muerde la cola.  



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