sábado, 24 de octubre de 2020

saliendo a flote

 Si ya no fuera yo viejo

desdentado y pendejo  

y falta de vitaminas

dentro de los pellejos   

te digo  ... 

que el tiempo no perdía    

con estas boberías  

que se llaman poesía.


Malo me puse y más tumbado que otras veces he estado. No sé si fue porque fui a San Andrés a comer a casa mi hermana y otra vez aguantar el burlón desprecio de mi cuñado. ¿De dónde le viene? ¿De qué Raíces se alimenta? Yo lo sé. Ya lo diré, si dios quiere. En lugar donde no haga daño a nadie, ni a él, ni a mí. Al buen callar lo llaman Chito.

Lo que puedo contar es que es un ladrón fino, sabe robar y eso es un mérito que hay que admirar. Bueno, a veces no es tan fino, es de una vulgaridad que ofende, pero ya estoy un poco harto de inventar personajes que tienen una virtud y a la vez la contra de esa virtud. 

El vecino Nicolás, como siempre, me ayudó a sobrevivir. Ayer me trajo una manzanilla que me sentó como mano de santo. El resfriado lo cogí cuando fui con mi hermana y mi sobrina Eva a ver la peli de media hora de Almodóvar. El aire me sentó como los puñetazos que me dieron en los tiempos de alegre juventud. Me tumbó. Gracias a la manzanilla recuperé. Gracias a la vieja que compré en el súper de La Rambla no. No sabía a nada. Desaborida. Y las papas del vendedor ambulante igual, sin gusto ninguno, y me temo que bien adornadas de venenos las cáscaras. Y cogí cuatro para guisar y todavía me quedan cuatrocientas. 400 papas.

Sigo leyendo el libro de Ana María. es un libro veladamente pornográfico. Una ingenuidad maligna la de su autora. Me encanta. Ya sabía yo por qué estoy enamorado. Por qué ha ocupado el lugar de favorita en el harén de Chito, ese pendejo... etc etc.

Noche de hora añadida.

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