Dejo de lado la pantomima del delator. ¿Qué me importa a mí lo que haya hecho o no, bueno o malo? Nada.
*
Murió la ninfa del verso,
yo nunca la conocí
aunque me ofreció sus pechos
en una tarde de abril.
Si va derecha al infierno
o al cielo ha de subir
tal cosa la dirá el tiempo
que es el que sabe escribir.
Lloran con falsos lamentos
los acordes del atril
y todo llanto es cuento
de una noche entre las mil.
Me dejan oler las flores
y no entrar en el jardín,
es como tener la llave
y no la puerta que abrir.
Murió la ninfa del verso
que nadaba en aquel río
a la mar, hacia el morir.
*
Y ahora yo aquí hago
una raya en la arena
y que la mar se la lleve
se la lleve con ella.
Que la gallina le arranque el ojo
al gallo que ya no sirve
eso me causa el enojo
cuando de gallo me vistes,
me dejas hablando solo
sin millo y sin alpiste.
Esto yo lo conozco
por la del Charco del Pino
que de gallinas y patos
sabe dos huevos fritos.
Como duermo por el día
soñando con mi suegra
por la noche me despiertan
estas tristes folías.
Que no me llamé un amigo
lo comprendo, según Kant,
pues el enfado es fatal
el que él cogió conmigo.
Pero que no llame Juan
para un asunto tenorio
eso me sabe más mal
que no tener medio pollo.
Lo mismo pasa a Ramon
que me invitó a unas arepas
y aún estoy esperando
a que en la boca me sepan.
Y ya esto se va alargando
así que cierro el tintero,
cada loco tiene un canto
y cada vivo un entierro.
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