jueves, 8 de abril de 2021

 --Jesus, ya sé que tengo una deuda contigo...

--No importa, ya prescribió.

--Estoy tirado en la calle, estoy pensando en suicidarme.

Un hombre atletico, bien parecido, se ha dejado llevar por el boliche --¿quién no se deja llevar por algo?--, buscado por la policía, con orden de alejamiento de la casa de su madre.

No le digo que si quiere suicidarse, ahora tiene la ley a su favor. No sé si la letra de la ley llega a tanto.

Llega la guagua, y me despido del Papa.

Marisa, mi farmacéutica, se ha cortado el pelo. Su cara brilla más. Me tiene reservada cuatro jeringas. Me acuerdo de una peli, de Sacristán, en el hombre roba dosis de morfina y escapa del hospital. Viaja a morir en un lugar despoblado.

En youtube veo la historia de Jezabel y el profeta Elías. Perros que lamen la sangre del rey esclavo de su mujer, adoradora de Baal. Yahvé y Baal juegan a ver quién es más poderoso y gana Yahvé. Mata a los ochocientos profetas de Baal, mata a cien soldados del rey y, cuando la apuesta del cordero degollado en el asador al aire libre, dice Elías a los intentos de los profetas de Baal por encender el fuego del asador: --Vuestro Dios seguramente estará cagando --frase literal en la Biblia hebrea, dice el reportero.

En la escalinata de Ibrahim, ahora con dos mesas en la puerta grande a modo de mostrador, el Tocayo habla de cómo los pescadores furtivos están acabando con los peces que mantienen a raya a los erizos.

--Cada vez me gusta más tu estilo --me dice Nicolás, ya en mi casa, por fuera--. No pintas de día sino de noche, cuando no hay luz. --Pinto una ventana que desecharon unos de una casa en obras, un poco más arriba. Sí, la calle está oscura. Hoy no se han encendido las farolas.

Y yo escribo para borrar el anterior escrito. Ya me desentendí de las tertulias en Oviedo. Mucho tiempo en pantalla. Este desierto tan lleno, a veces, de espejismos. 


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