martes, 13 de abril de 2021

dos autores

 El río de la liberación desemboca en el mar de la esclavitud.

Puede ser. Ejemplos hay. En fin, ahora, a raíz de la crítica de Cecilia Domínguez Luis, me ha entrado interés por El Delator. No tanto por la novela como por  el personaje. Ya la piedra está tirada al agua, ya se expande la sombra de la sospecha. Así tituló Cecicilia su crítica sobre la novela de Juan-Manuel: la sombra de la sospecha. Eleva, o baja, a Pérez Minik a la altura de Elia Kazan, y más aún a la de aquel rey a quien Rodrigo Díaz de Vivar hizo jurar que no había tenido parte en la muerte de su hermano. La sombra de la sospecha ha caído sobre una persona honorable e intelectualmente elevada al altar en estas islas.

Que yo haya vivido en la calle General Goded, siendo Minik vecino también de la misma calle, es parte de la gasolina que mueve el interés morboso. Yo sé que a su casa iban jóvenes, algunos amigos míos, a recibir la bendición (hablando en metáfora), pero que su casa estaba en General Goded, ahora del Perdón, lo supe más tarde. En esa calle, también en la misma casa que mi mujer y yo, vivieron Juan Cruz y su mujer. (Las dos mujeres eran colegas y una facilitó a la otra el alquiler de esa casa.) De Juan Cruz no he leído aún nada que me haya hecho exclamar qué divino cantor.  De él leí La crónica de la nada (tal como la recuerdo, ni fu ni fa),y luego con el tiempo leí una novela encargada por una institución y que lo único que tenía de verdad era el último párrafo: "No sé por qué la institución ... me ha dado dinero para escribir esta novela". Todo lo demás es tedio y verborrea. Y leí un libro que escribió sobre Pérez Minik, este más entretenido, más grato de leer. (Este libro me lo prestó Sole, aún no se lo he devuelto.) Belén, por su parte, me regaló una publicación, tamaño mayor que el folio, donde reproduce en facsímil todos los números de Gaceta del Arte. En ese momento la hojeé pero no le puse demasiada atención. Hoy sí la tiene, tengo que buscarla.

Combustible residual, por ahora, es que la sala donde nos reuníamos el Grupo de Lectura en el edificio del parque La Granja (hasta que llegó el cóvid) se llama Domingo Pérez Minik y allí están los cientos de libros que él tenía en su biblioteca. 

Menos residual es el edificio que fue de Las Dominicas (el edificio que, corrígeme si me equivocó, gestionó Juan Royo hasta que se lo apropió Dulce Xerach). Ese edificio, El río fantasioso (libro que Thuy Huong ha editado en Amazón) lo señala como la Casa de Dios (inevitable no pensar en la carta del tarot La Maison Dieu, XVI). El teatro de la Casa de Dios tenía el nombre (hoy teatro en ruinas) de don Domingo Pérez Minik. Me entero ahora que él también escribió teatro y fue actor de teatro. Me entero que estuvo tres meses prisionero en Fyffes. 

Allí el destino final de López Torres fue el mar. Me entero que López Torres abandonó Gaceta del Arte cuando el triunvirato en el poder de la revista, con Minik entre ellos, se negó a darle a la Gaceta un giro totalmente surrealista, como Bretón hubiese querido. 

También, al parecer, hubo entre López Torres y Pérez Minik diferencias políticas. Comunista uno y socialista el otro. 

El poeta estando prisionero escribió Lo imprevisto. Encuentro aquí estos versos:

El filo más agudo del deseo, / de mi sangriento amor, mi ruin coraje, / te arrancaba la piel entre mis dedos, / y los gritos, lamentos y suspiros / se perdieron sin eco entre mis manos / de asesino inexperto, / Cuando tu cuerpo blanco, mutilado / cayó sobre las aguas de tu cielo, / el gris estaño de tu desventura, / se partió en mil pedazos.

(del poema "La patata") 


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