miércoles, 23 de junio de 2021

invitación al abanico de lady Wndermere (de Oscar Wilde)

 Lo sensato sería leer la obra entera y luego hablar de ella. Aún voy por la mitad. Me agarro al argumento de Clarín cuando le reprochaban, como jurado de un concurso literario, que habiendo solo leído 20 o 30 páginas de tal o cual obra presentada, la rechazara de plano sin terminar de leerla. A este reproche, contestaba el autor de La Regenta: --Si detrás de una valla veo asomar las orejas de un burro y al mismo tiempo oigo un rebuzno, no tengo necesidad de ir a verlo completo para saber que allí hay un burro. Pero lo mismo que puede haber un burro puede haber un ruiseñor. Y esta obrita de Oscar Wilde lo es. 

En un cien por ciento no, pero un noventa por ciento seguro que sí. Hay obras que comienzan echándote para atrás y después de la página 30 cambian de rumbo. Cuánto rechazo ha sufrido el Ulises de Joyce (magnifica obra literaria que mejor no leerla, dijo Borges) por ese pesado y plomizo primer capítulo, sin tener en cuenta que hay otros capítulos que son piezas bailables. En fin.

En el Abanico  hay diálogos que incitan al lector (o al espectador) a creer que eso es una obra cínica y despiadada. Nada más lejos de la realidad. Es un melodrama dirigido al corazón. Al lector (o el espectador) se le va encogiendo el corazón y queda preocupado por la suerte de los personajes principales hasta el acabamiento del drama, que tal como va, imagino feliz. Wilde plantea una dialéctica entre lo que es considerado como mujer mala (de mala reputación) y mujer buena (de buena reputación). Muestra que la que es mala puede ser buena y la que es buena puede ser mala. Me acuerdo de una anécdota que sucedió en el Casino de Santa Cruz hace mucho tiempo. No me acuerdo del nombre del protagonista. Este señor va a entrar en el casino acompañado de dos mujeres malas. El diálogo es mas o menos este:

Portero del Casino y señor X:

--Disculpe, señor X. Usted no puede entrar aquí con esas dos señoras.

--¿Por qué?

--Porque son señoras de mala reputación.

--Disculpe, estas señoras son putas; las que son de mala reputación son las que están dentro.

En El Abanico está figurada una personaja hipócrita, malvada y manipuladora que no duda en poner por los suelos y fregarla bien a otra que no debe entrar, por nada del mundo, en ningún salón donde se reúna la sociedad decente. Es un personaje que pone en aviso a Lady W (mujer buena en todos los aspectos) sobre una pelandusca a la que el marido va a visitar con frecuencia, y no sólo eso, sino que le está dando serias sumas de dinero (cosa mucho peor que las simples visitas, pues los maridos, ya se sabe). El final es medianamente feliz. La mala salva a la buena de que se convierta en una desgraciada como ella. El abanico que Lord W regaló a su mujer (que en esta obra hace el mismo papel que hace el paÑuelo en la tragedia de Otelo), al final de la obra se lo queda la mujer mala. La buena, que ya la quiere como si fuese un hada, se lo da a su madre. La madre sabe quién es la hija. La hija nunca supo que su madre era mistress Erlyne. 

--Ciertamente se lo daré con mucho gusto el abanico). Pero tiene puesto mi nombre: Margarita.

--Pero ¡si tenemos el mismo nombre!

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