viernes, 4 de junio de 2021

 Hoy sufrí (creo) el mito de la estampita en versión posmoderna. Antes quiero contar lo que recuerdo de un sueño. Me senté con Siao Ling en una butaca en primera fila frente a un escenario donde iba a ver una actuación musical. Siao Ling le compró a un ambulante una pulsera que recuerdo como si fuese un rosario. 10 euros. Le dijo al vendedor ambulante que me diera otra a mí. Yo solo tenía diez euros en el bolsillo. Le dije que me los prestara y se los devolvía otro día. Me dijo que fuera al banco a sacar dinero. El banco no quedaba cerca y le reproché su petición y me levanté para irme. Al lado del escenario otras amigas. Como Siao Ling le había dicho a una de ellas que yo estaba trabajando una novela, me preguntó si era una novela que podía leer delante del marido. Me descolocó la pregunta. En otro escenario del sueño, Siao Ling me preguntó si los personajes estaban calcados de la realidad. Le dije que nuestro padre y su marido sí, pero que ella estaba transformada, no era del todo real. Me preguntó, no sé a cuento de qué, en qué parte del campo juega el medio volante. Mi idea es que juega entre la defensa y el ataque, pero por allí estaba Matías, amigo del bar de Ibrahim, que fue entrenador de fútbol, que en el sueño estaba apoyado, junto con numerosa gente, en una valla que separaba la acera de una profunda zanja de obras (Siao Ling y yo estábamos en la parte de arriba de la zanja) en la calle de los bares, la que corre paralela por la parte de abajo del campo de fútbol del barrio. 

Ya despierto, con no buen cuerpo (trabajar de noche y dormir de día no me está sentando bien) fui a Ibrahim y allí estaba Matías, con camiseta azul de cuello, y el Topín, con camiseta naranja de cuello. En la escalinata estaba el Cacharrito con un patín diminuto, de niño chico, "todo de aluminio", que había encontrado en la basura y le había puesto la ruedita de alante, azul. La de atrás, la que tenía, era naranja. No son sólo los sueños los que hay que interpretar, leer su verdadero significado, sino también la realidad, como mundo de símbolos y señales. Dentro hablaban de uno al que llamaban el Gorgojo. El nombrete me interesó, me trajo recuerdo de la antigua cocina del colegio infantil José Antonio Primo de Rivera (ya le han cambiado el nombre), en el barrio de Salamanca. En la barra, Rut compraba dos bolsas de latas de cerveza. "Mucho vas a beber esta noche", le dije. Me dijo que no era para ella sola, sino para una pequeña fiesta esta noche. Me invitó al vino que pedí a Mary Cruz, la mujer de Ibrahim. Es la tercera vez que me invita, y yo a ella todavía ninguna. Brindamos y bebimos, ella cerveza rubia y yo vino blanco, y se sumaron al brindis el Tocayo, que le enseñó a Mary Luz a sacar el corcho de la botella ("Yo de esto sé más que de informática", dijo; él es informático), y el Cacharrito.

En saliendo yo de la plaza, salía el Loco con su coche.

--Chas, mano, eso sí es tener frío --me dijo, viéndome con bufanda.

--Y tú en manga camisa, cacho cabrón --le dije.

--Es la grasa que tengo, que me quita el frío, yo no necesito bufanda --y soltó una de sus torrenciales carcajadas. Una día, si se tercia, le digo que me cuente su tiempo en la cárcel. Eso, sospecho, es una buena novela, una fusión de Puerto Santo con una versión cómica de La casa de las bellas durmientes, de Kawabata. (La historia de un viejo que es cliente de un burdel de niñas dormidas) Depurado el lenguaje hablado pero no traicionado, contada por el Loco, gran tipo, con sus palabras.  

Contento económicamente volvía a casa. Puse cuatro monedas de veinte céntimos en la máquina, y me dio veintiún euros. 2 + 1 = 3. Falta uno para cuatro, pero teniendo en cuenta que volví a meter un euro, quedan 20 = 4x5. IIII en el Tarot es el Emperador, que controla la acción del Loco (la carta sin número), del Mago (I), de la Papisa (II) y de la Emperatriz (III); del Trilero (como acertadamente lo llamó Dani in illo tempore en el antiguo Para, en la calle del Clavel), de la mujer del libro y de la mujer del huevo. Lo primero que aprende el instinto del loco es la intuición del mago y luego la inteligencia de la papisa. Con la emperatriz el aprendizaje es sensorial, la deja preñada. 

En fin, me queda una noche de trabajo. Lástima que Pamela no pueda acceder a la zona de comentarios y que ella cuente cómo Chito rechazó el ofrecimiento de una mujer moribunda que le daba 500 mil euros a cambio de nada. Dice que me quedé como un pavo real. Yo diría que me quedé como Valentín, rimando el cuento. Pero la realidad tiene muchos ángulos, muchos puntos de vista. Lo que sí es verdad es que pavo real y gallo son aves que no vuelan. 

Me queda una noche de trabajo. Ordenar en limpio las correcciones. Ya un poco más estable el cuerpo. Y la mente no sé. Tranquila pero melancólica. Nguyen traduce una letra de Marta Sánchez. En Vertical hay un momento donde un loco, este un loco negativo, ve pasar por el paseo de Begoña, Gijón, a Marta Sánchez y comenta: "Marta Sánchez es una muñeca inflable que canta". La letra que tradujo Thuy, qué misterio, le va a la trabajosa novela como anillo en el dedo de la muerta en la película El novio de la Muerte. Creo que se titula así.

Noche de larga jornada laboral. Hay que arreglar la calle. Tapar la zanja y que se restablezca la circulación.  

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