jueves, 29 de julio de 2021

interrupcion de la historia...

 Llamo en vano dos veces a don Reno, para consultar algunas cosas de la historia del pirata, y situarlo en una categoría antropológica. Preferible, en cuanto a la historia de Ángel Morales, la funcionalista de Malinowski que la estructuralista de Levy-Strauss. Las viejas lecturas de los libros de antropología que editaba Júcar, en una colección dirigida por Cardín, me las recordó una de las diatribas filosóficas de Gustavo Bueno, recogidas en youtube. Gustavo Bueno y Agustín García Calvo son dos polos opuestos, cierre categorial contra abertura antiestatal. También en carácter. Sanguinario en don Gustavo y cordial  en Agustín. El antinacionalista zamorano nunca le hubiese dicho cretino ni imbécil a un oponente. Agustín, en una comparación lírica, sería Messi en sus mejores tiempos, y Gustavo Bueno sería Maradona en sus mejores tiempos, metiendo el gol con la mano si hace falta porque lo que importa es ganar, el partido o la discusión, lo que se tercie. 

Así imagino la controversia entre Calvino y Servet. Un encorajinado Calvino y un calmado Servet. Discutieron si Dios era 3 o era 1, como aseguraba tozudamente Servet, hasta que lo quemaron.

Si me pongo a pensar en las islas contrastes semejantes, lo primero que Veo es a Sombrita y a Barrera Corpas, dos formas de boxear, dos formas de llevar la vida. En un territorio más reducido, más tribal, más cercano, se me ocurren Juan Royo y... no me acuerdo del nombre. En fin, disquisiciones humanas. Ahora me interesan también las fonológicas. Los 22 fonemas (tengo que comprobar si son 22) de la lengua española. 

*

La bronca primera, de la doctora de traumatología (recurrió a la ética para suspenderme hasta nueva consulta la inyección) siguió con otra después que me echó una celadora en el hall por no tener bien puesta la mascarilla.

--Si usted no hace lo que yo le digo, le quito la inyección porque sin los análisis no puedo saber...

--Bueno, así descanso de la inyección un rato --dije, cuando la calmé (recurrir al confinamiento como disculpa la encorajinó aún más) con que gracias a ella yo había salido del pozo y me dijo que si no quería volver al pozo tenía que hacerle caso y no hacer lo que a mí me diera la gana.

--Tampoco es eso. Ojalá pudiera hacer lo que me da la gana.

A la celadora también la calmé con la diplomacia. Cuando no puedes emprender una guerra, la diplomacia es una solución. Un diplomático debe ser un buen actor. Alguien no centrado en sí mismo sino en el personaje que requiere la obra. Más amable, infinitamente más, fue la mujer que me atendió en la ventanilla. Me lo explicó todo muy detalladamente y con calma. Bueno, historias.

Con la del pirata pensaba seguirla rescatando de la novela de Zamora los capítulos en que Cabeza de Perro es el protagonista. La novela es un pequeño cúmulo de historias que se cruzan. El pirata interviene en tres principalmente. La de la niña, tangencialmente en la de la Casa de la Muerte, y en la de su apresamiento y ejecución en Paso Alto. Desisto porque don Reno parece que se enfadó. Sin la intervención de don Reno, el trabajo no tiene porvenir. Por lo pronto lo dejo pendiente. Tiempo al tiempo, que da muchas vueltas.

Sigo con los Injertos. Lo que comenzó siendo un pasatiempo ha cobrado mayor interés. La literatura culta y la literatura porno chabacana se fusionaron bien. El cuento culto limó del cuento pornográfico, de revista barata, las menciones obscenas. Lo burdo del relato. Y cultivó lo burdo del argumento. Los dos argumentos, el elegante y el chabacano se hicieron uno, bailan bien. Hoy sin embargo pensé en Saló. Sade aborda el cuadro sexual con palabras crudas que él transforma en palabras técnicas. Los Injertos, por lo pronto uno, me pide ese tecnicismo verbal. Tecnicismo estructuralista. Ahí sí que cuadra el estructuralismo lingüístico de Jakobson. Especialmente la oposición fonológica compacto/difuso.

En Injertos el cuento más flojo hasta ahora es uno en que una mujer espera a su inútil marido, que tiene la bobería de entrar por la ventana disfrazado de ladrón, y ella para ilusionarse de la desilusión de la realidad, piensa en un albañil que trabaja en una obra cercana. La noche del cuento quien entra por la ventana realmente es el albañil. La relación entre el albañil y el marido de esa mujer es primero una  discusión que tienen a cuenta de una vigas, y después un crimen: el albañil mata a ese hombre, muy pagado de si mismo, y hace desaparecer el cadáver en un hoyo de la obra, donde irá el cimiento de una columna. Esto me recuerda el crimen en la Casa de la Muerte, en la novela de Zamora. Aquí es más horrible. El hijo del pirata encierra en un hueco de una pared al socio de ese negocio. Lo mete vivo. Dormido. Cuando despierta, se ve metido en ese hueco, ya cerrado. Situación horrible. Situación que me recuerda el cuento de terror donde un preso para escapar se compincha con el enterrador y se mete en una caja que luego entierran, y el trato es que el enterrador quite de nuevo la tierra de la tumba y lo libere. No fue así.

En fin. No es una imagen que deje tranquilo. 

¿Qué le habrá pasado a don Reno? Misterio sin resolver.


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