sábado, 11 de mayo de 2019

Desde niño he desconfiado del elogio, y más si son sinceros. Cuando jugaba bien un partido de fútbol y los compañeros me elogiaban, se acababa la buena racha y pasaba a jugar mal. En la escuela si sacaba buena nota en algo y el profe me elogiaba, dejaba de esforzarme y con sacar un cinco rascado me conformaba. Cuando escribo algo y alguien me dice que es bueno, me entran escalofríos. Y me refiero al elogio sincero, no al de quien te acaricia como a un conejo antes de darte el golpe de gracia. O el de quien te hace la cama para que duermas bien y joderte mejor. Estos son abominables pero no me molestan; los prefiero. Igual que prefiero al malvado que hace el mal porque le gusta hacerlo. No es agradable si uno es la víctima, pero más desagradable es sufrir el mal de quien dice que te hace el bien. Entre estos los hay hipócritas, pero también los hay sinceros. Nunca falta un hediondo que se cree limpio.

En el club de lectura me está pasando ahora --el rechazo al elogio-- con el libro en curso. La novela El siglo de las luces.
Algunas mujeres hablan de la prosa de Carpentier como si fuese un caudal de semen. Me dan por saco. No por celos. No tengo celos literarios de Carpentier. De Alejo, como lo llama ... .
Eso con el primer capítulo. Hasta la feminista militante lo puso por las nubes.

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El motivo de este escrito lo sabe mi amiga virtual. Hizo una crítica de un cuadro. Que no sabía pintar, dijo. Lo primero, para hacer una crítica hay que ser judío. No basta con leer una pagina de un autor. Hay que leer veinte. No basta con ver un cuadro de un pintor. Hay que ver varios. Creo que voy a enseñarle otros.

En fin, esto del cuadro, el misterio de este cuadro, está más allá de un mundo limitado por criterios estéticos. Como lo está el de la novela de Oscar Wilde o el del cuento de Poe La caída de la casa Usher. En uno la figura humana se deteriora mientras que quien sirvió de modelo rejuvenece; en el otro, ocurre al contrario: la modelo va marchitándose y muriendo mientras la figura en la tela gana en belleza y alegría.

¿Que hay en el cuadro del que habló mi amiga? Hay una persona que en la realidad tiene una negra nube de lluvia ácida sobre su cabeza. Ese cuadro no puede ser medido con criterios formales, meramente estéticos. Ese cuadro indica una posibilidad de redención. Es su mayor valor. Indica un camino de renovación.
La figura del cuadro. La persona real, el modelo, no.

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