miércoles, 29 de mayo de 2019

Hoy en la feria del libro, en la carpa Olga Luis Rivero, una poeta leyó unos versos:

el reloj de mi padre
marca la hora de la ausencia

La poeta tenía huellas de belleza en el rostro, cabello largo, ondulante,suelto, ojos tristes...

Cecilia Domínguez, crítica del libro que la otra presentaba, desde el público señaló que ausencia, silencio, soledad son palabras insistentes en su libro. Obsesiones, señaló Cecilia.

(veo aquí en pantalla la obra La soga, de Mihura.
--Poco a poco fue extinguiéndose.
Es de una mujer que, recién casada, en la noche de boda le dice al hombre que mató a sus anteriores maridos con veneno.
Se habla de crímenes como se venden rosquillas.
--El último crimen fue una señora que en la noche de boda mientras su marido dormía le pegó un martillazo en la cabeza.
La obra es un drama con fondo de comedia. No la conocía. Mihura es un genio. )

En la feria, en el parque, los humanos eran llamativamente feos. Incluso las mujeres con escotes de mayo. Como si una fealdad invisible contagiara a los cuerpos visibles.

--No son obsesiones --se defendió la poeta--. En realidad no estoy sola, tengo allí --señáló las sillas-- a mi marido y mis hijos --y lo dijo como si su marido y sus hijos no pudieran evitar el silencio, la soledad y la ausencia. En el poema era la ausencia de su padre. En la realidad --temo-- es otra ausencia. La ausencia de lo más elemental.

La feria sigue, pero esta tarde hay club de lectura. Ya terminamos El siglo de las luces. Pasadas las páginas barrocas, tediosas si no eres masoquista auditivo, que son pocas en los inicios de cada capítulo, la obra está muy bien. Filosófica (filosfía de la historia) y folletinescas, con amores y aventuras.

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