domingo, 12 de enero de 2020

chito

Por la mañana tocó a la puerta el vecino Nicolás. Le traía un pan del carrito. Suelo hacerlo todos los domingos. Más tarde su hermana lo llamó para avisarle de que iba a pasar a recoger la receta. Llegó con marido, el cuñado de Chito. Está atlético el hombre, le sientan bien las caminatas por los valles de las isla, en grupo mixto.
Chito se disculpa por el desorden. Dice que no se ha puesto la inyección. La inyección y Chito es capítulo aparte. Clavarse la aguja un día a la semana, hacerse el sepuku, no es agradable. No es agradable pensar en que tienes que hacerlo. La aguja o el deterioro. Su horror a la aguja viene de un cuento que de niño le oyó decir a su madre. No era un cuento sino una raceta, la manera de matar a un hombre, a un marido molesto por ejemplo. El método era que cuando estuviese dormido meterle una aguja por el ombligo. Ni lo sentía.

Mi madre sabía poner inyecciones. Yo temblaba solo de pensar cuando tenía que ponerme una inyección. Pero me aletargaba con una nalgada y me clavaba la aguja. Acto pasajero. Luego nada, sentir el ácido líquido de la inyección derramándose por dentro del cuerpo.

Dejé que me pusiera la inyección mi cuñado. Las primeras veces me las puso él, hasta que tuve que decidirme por agujerearme yo mismo.
--Quiero convencer a tu hermana de que me deje ir solo a hacer el camino de Santiago.
--Eso está bien, así descansan uno del otro.
--Sobre todo yo --dijo ella, y se fueron.

La breve visita posterior, la dama de espada, también fue agradable.

Subí la escalera de irregulares peldaños. En la lavadora parpadeaban dos luces. Cerré la puerta y siguió lavando. No se ha fundido la luz. El termo está desenchufado y el calefactor apagado. La música de la cocina sigue esperando. Ahora toca encender el hornillo y arrugar...

--Acuérdate del vinagre con agua caliente para limpiar la cocinilla --me susurra la dama protectora desde las tierras del hermano Pedro. No me vendría mal huevos de sus gallinas o de sus patas, y frutos de las ramas de su árboles, y el susurro de...

Y no le dije a mi hermana que me pillara aguarrás. No he limpiado los pinceles y están solidificándose en el patio.

"-- ... No pasa nada, ya sé: eso es lo terrible. ¿Te das cuenta de que es terrible que no pase nada? Cortas el pan, le clavas el cuchillo, y todo sigue como antes. Yo no comprendo." (El perseguidor).

Como la papas con piel y un aguacate de La gomera. Bueno al paladar. El cuerpo se aquieta. La vida sigue.


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