domingo, 19 de enero de 2020

En el norte de Tailandia sigo corrigiendo las dos novelas de marras. Pero esta vez me ilumina el opio. Un viejo tailandés que no sabe español me lo trae todas las noches. Prepara la pipa y fumamos. La ley contra la droga es temible, pero aquí en esta zona no la ejercen. A lo largo del río los habitantes de bien construidas casas, turistas ricos como yo, no son molestados por la ley. Los días que estuve alojado en Bangkok pude haberme casado con tres mujeres, pero elegí solo una. Y bien. Me recuerda la vietnamita de la novela Un americano tranquilo. Pero sin conflictos políticos por medio. Por lo que parece. Esto es el paraíso, y mi esposa la enviada de dios para que el hombre no esté solo. Y mi amigo el viejo sabio--su voz tiene sonido de sabiduría-- es también apacible acompañamiento. Esta noche se fue un poco antes. Me señaló el cielo e hizo el gesto de lluvia torrencial. Empiezan a caer chorros de agua. Música sobre el tejado.

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