lunes, 13 de enero de 2020

Popi, enteco, fibroso, flaco, canoso cobrizo con pelos separados, ataviado con pantalón cuero plástico y chaqueta de motorista, llega en su pequeña moto a Ibrahim todas las medias mañanas y desayuna o almuerza y lee el periódico y se sienta un rato en la escalinata a contemplar el absurdo. Acepta el absurdo, e incluso se alegra de vivir en Canarias, y a veces me cuenta su vida de días repetidos.
--... y ahora subo a mi casa, enciendo la televisión y veo una película... políticos no, son todos unos mamones... --tiene un deje en el habla que no sé cómo decirlo. Un leve gangueo de barítono.

*

Al principio del cuento, cuando la lechera se tomaba en serio lo de ser escritora, y llevaba a la cabeza su cántaro de palabras y ya estaba viendo al editor de la ciudad todo contento, frotándose las manos..., la pobre se imaginaba una mesa redonda con máquinas de escribir,
cada máquina dedicada a un género preciso y diferente de los demás (en una escribía una novela del oeste, en otra una novela rosa, en otra un ensayo sobre el movimiento, etc.). Pero ya sabemos que el cántaro se le cayó y se le rompió. El caudal de palabras se desparramó y se hizo un río, palabras de agua. Y las ilusiones se las llevó el río. Qué cuento más triste.

El Popi bajó las escalinatas, sol en su cabeza y en los escalones, levantó el asiento de la moto, se puso el casco y abandonó la plaza, subió la cuesta de la curva y desapareció de vista.
 Salió de Ibrahim el taxista y le pedí el número de los taxis. Fue al coche y me trajo una tarjeta.
--Servicio de día y de noche, las 24 horas.
--Gracias --y yo también abandoné la plaza, paso de tortuga, crucé el paso de peatones, subí la cuesta de la curva hasta la entrada de la calle...
--Qué solito más bueno --me saluda el flaco que una vez entró por la ventana del piso de arriba y gracias a él la cafetera en el fuego no explotó.

Los descuidos delatan a gente aprovechada (gente acostumbrada a delegar en otro lo que ellos descuidan). (Pienso.) Mi madre ordenaba la ropa que yo dejaba al voleo, mi mujer arreglaba negocios mundanos que a mí se me hacían cuesta arriba... Imposible no recordar ahora un episodio que me dejó traumatizado. Yo estaba haciendo guardia en una garita de Infantería. Llegaron juntas mi madre y mi mujer, y una me dejó una tortilla y la otra otra tortilla, y como no podían estar allí, se retiraron a una distancia prudencial y se sentaron juntas a mirarme, como si hubiesen hecho una apuesta a ver que tortilla me comía primero. Se me quitó el hambre y me entraron ganas de coger las dos tortillas y lanzarlas lejos, que se las comieran los ratones, los lagartos y los pájaros. Tenía que haberlo hecho. No, no lo hice. Disimulé. Probé un trozo de una y un trozo de otra. No tenían sabor. Disimulé. Seguí comiendo, alternando una y otra tortilla. Con la mirada de las dos mujeres fijas como metales curiosos. Hablando entre ellas. Intercambiando información.

De mi madre aprendí a poner el culo de la cafetera un segundo en agua fría si el café no quiere salir, o está saliendo mal. Debería yo también poner el culo en agua fría un segundo. Cuando llueva.

En viniendo a casa me cruce con la mujer lagarto.
--Cuando me necesites para hacerte una compra, me avisas.
Nico el vecino dice que ni se me ocurra decirle que haga cosas en casa.

--Yo no soy de las que entran en una casa y se ponen a mirar a ver que se pueden llevar --dice ella.


Hoy es el cumple de mi sobrina nieta. Vienen a buscarme. Mientras me hago a la idea de darme una ducha, medito sobre el origen de la enfermedad. Mis meditaciones no tienen base erudita, el azar me ofrece ese sustento. El otro día vi un reportaje sobre la Kábala en el que dijeron que el que enferma es porque ha deseado estar enfermo. Otra cosa que dijeron es que no fue Dios quien expulsó a nuestros primeros padres del paraíso, sino que fue Adán quien expulsó a Dios.
Dijeron que una cosa y otra está en el Zohar, el libro sagrado de la Cábala. Dijeron que Dios tiene los dos sexos, es masculino y femenino. Dios depende de los seres humanos. Podemos alimentar a Dios o no. La maldad humana arruina la armonía de Dios. Dios necesita a alguien con quien relacionarse. Dicen y dicen. Y no es para echarlo en saco roto.

Ni tampoco la película El pecador. Tengo que hablar de esta película --mexicana en blanco y negro, está en youtube-- de historias cruzadas. Más tarde quizá. Ahora tengo que afrontar la hazaña de ducharme.

¿Qué habrá sido del marqués del Charco? Un gallo.

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