viernes, 14 de agosto de 2020

Escucho una conferencia de Borges sobre el Martín Fierro de José Hernández. Me interesa porque en la elaboración de las coplas de Juan cabrón, en mi memoria vagaba algún algo recordado de esta obra clave de la literatura argentina pero también, y sobre todo, universal. Cierto que las coplas son una caricatura, espero que no lamentable, al lado de los cantos del payador. Quizá el rasgo más novedoso de las coplas de Juan Cabrón sea el personaje en contrapunto, que es el negro que le hace los poemas de amor al hombre que lo contrata, es decir, Juan Cabrón. Y que de vez en cuando toma palabra propia y traiciona al otro. Esto le da una lectura doble a ciertos poemas; los de amor se pueden leer en si mismos, pero su lectura cambia totalmente de sentido cuando se ven, y es lo que se ve, en el contexto. Un bello verso de amor se convierte en una falsedad cínica, casi cruelmente irónica.

Dice Borges que en el caso de Hernández (como en el del Quijote y otros tantos) la única manera de continuar una tradición, sin que sea una mera repetición, es revelándose un poco contra ella.

Por lo que estoy oyendo, la segunda parte, como en el Quijote, es superior a la primera. Tal vez Juan Cabrón necesite una segunda parte. Intuyo que me asombrará, como semilla de esa posible parte, el libro que esta próxima semana, me dijeron, llegará a la librería...

--Un mundo de miserias y brujerías --dice Borges. Rara paradoja. La palabra "brujería" puede dar a entender un conocimiento elegante, y también puede dar a entender un mundo de grasienta ignorancia.

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