sábado, 26 de diciembre de 2020

sin fría humedad

 Le cuento a Pepe que arreglo el deshumificador o pillo otro, o los huesos se me van a pudrir antes de tiempo. Hoy me llama Dani y me dice que me va a traer uno. Obsequio de los animales. Y además se lleva el estropeado para que Tito, que es electricista, lo arregle. La humanidad puede ser el mayor error de la naturaleza, como pensó Schopenhauer, pero la amistad es el reino del cielo en este mundo. 

Escribo ahora sin aire húmedo metiéndoseme por la piel.

Vi una peli basada en la novela Madame Bovary. Cuánta razón tuvo Emma Bovary cuando le dijo a su marido, el torpe doctor, que quería que fuese ambicioso y que el nombre de Bovary fuese célebre en toda Francia. Tal vez Flaubert sabía sin dudas que estaba escribiendo una novela que no iba a pasar de largo. La película --argentina, de 1947-- no es un desastre pero no es una maravilla. La actriz no es la apropiada. Tiene la pinta de mujer fría haciendo el papel de mujer caliente por todos los poros. Y el guionista adulteró la historia. Salva al primer amante, lo pone como un enamorado románticamente sincero. El siguiente es más seductor,  al estilo del seductor que inventó Kierkegaard, un hombre que la pasión es conquistar a una mujer que  le importa un rábano, ni siquiera quiere poseerla. En el personaje de Flaubert sí quiere poseerla, y el fin justifica los medios. En la película este personaje no es del todo malvado, no es un burlador en todo el sentido de la palabra; la deja, como el primero, porque tiene que buscarse la vida, está sin una perra. Todo el dinero que Emma ha gastado para agradar a este hombre la precipita al arsénico, al suicidio. En el lecho de muerte Emma descubre que el zoquete de su marido, el médico fracasado, es el único hombre que la ha amado de verdad. De verdad no, le faltó la sal. Un amor desabrido que no colmaba las ansias de una mujer que, dañada por la literatura romántica, soñó con encontrar el amor. 

Luego leo un artículo sobre Colette. Una vez intenté leer una novela de Colette pero me aburrió y la dejé. En el artículo hay dos frases suyas con interés. "¿Feminista yo?... Me asquean. ¿Sabe lo que se merecen? El látigo y el harén". "Tantas mujeres desean que se las corrompan y tan pocas son las elegidas". 

Hoy los y las sin pecados le hubieran tirado piedras hasta dejarla sin resuello. Colette fue negra de su primer marido, hasta que espabiló y defendió lo suyo, su obra, como cosa propia. 

Nicolás desde la ventana me dice que se acordó de que había leído ya, hace tiempo, La isla del tesoro. De pronto recordó todo el argumento y perdió el placer de la lectura.

Carlos, el marido de Lili, la mujer bailarina, me trae dos lienzo más. Lienzo con pinturas en serie para que yo le haga filigranas.

--Ya me debes tres porros --dice.

A punto estuve de decirle que le podía hacer un retrato a Lili, en el lienzo primero que me dio, el de la mariposa azul, pero no le dije nada. Fui precavido. Persona precavida vale por dos, pero a veces no vale por ninguna. 

Uno de los lienzos tiene el motivo gastado, borroso. Las flores o las mariposas se han convertido en manchas blancas, difusas. Parecen dos fantasmas bailando en una noche loca. La vida no olvida mostrar su caligrafía, lo que a simple vista está escondido. El sueño de Emma. La verdadera, la de Flaubert. Miro ese tercer cuadro, fondo violeta. La luz de la mesa ilumina las soberbias nalgas de la danzante. La escena se complica. Algo pasa, están huyendo uno del otro, la mujer y el hombre.

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