domingo, 27 de diciembre de 2020

 Pamela viaja a Candelaria, ve una librería, entra y compra un libro. Mujeres del alma mía , de Isabel Allende. No he leído nada a esta autora. Si  no me equivoco una de sus novelas originó la película donde la comida, el modo y lo que sucedía al cocinarla, hacía aparecer un espíritu que luego habitaba a los comensales, a los comelones. Algún párrafo esencial pondrá en su muro, un modo de conocer esa novela. Así hubiera podido titularse Barrio Chino. No sé si cambiarle el título. Mujeres del alma mía es un título más apropiado a esa novela del ramero Chi, hermano de madre de Siao-Ling y primo de Wang, esposo de Siao-Ling. Es una cosa entre diario y memorias que escribe el condenado Chi condenado por la Justicia, y por la ley del karma) en Santa Bárbara. De Belén Valiente es el epílogo. Le dije que se pusiera en el papel de una de las mujeres. Eligió el papel de Claudia, la mujer que Chi amó en su vida y que abandonó una triste mañana

con los bolsillos llenos de blues, enredado en negocios callejeros.

Juan, que inspira el personaje de Juan Roco, amigo y compañero de oficio de Chi, podría hacer el prólogo poniéndose en el alma de Juan Roco. Hubiera tenido que pensarlo entes, darle el borrador la noche de los manjares japoneses y las gheisas despiertas. Lo tendría ahora entretenido en Lanzarote. (¿Lanzarote no fue aquel caballero de la tabla redonda que le robó la mujer al rey Arturo?)

Cómo la isla terminó llamándose Lanzarote no lo sé. Tal vez Juan lo descubra. El otro día Jorge en la escalinata se acordaba de la novela Mararía. Creía que Mararría era gomera. Gomera natural, no como la Bobadilla. 

Hoy me acordé de Bobadilla (la rasputina --entre Rasputín y ella se pueden trazar líneas paralelas, reflejos una de la otra--) viendo un programa de tv canaria sobre la identidad canaria que me mandó Pepe por wasap. Me acordé de los tiempos de Cubillo. La entrevistada defendía, tal como lo recuerdo, que el canario debería sentirse dueño de sí mismo y no dependiente, en emociones en primer lugar, de Europa, y más integrado en África. Es el sentimiento que despertó Cubillo desde Radio Argel. El guanche como absoluto valedor de bondad, valor y verdad, la entrevistada lo ponía en discusión, como debe ser, pero en aquel tiempo de los años setenta creer en un pueblo heróico, sin fisuras, era necesario para salir del colonialismo mental.  

Hablaba la entrevistada del ínfimo papel de las mujeres después de la conquista, cuando me acordé de Bobadilla, que de ínfimo nada. Un monumento debían hacerle en la Torre del Conde donde sonara en sus oídos las décimas sobre la conquista en La Gomera que escribió un poeta gomero. Marcelino tenía ese libro de décimas. La historia de una traición. Una traición que favoreció a la señora Bobadilla.

Historias antiguas.

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