miércoles, 11 de marzo de 2020

Agripina

así se va a llamar la dama del jardín

Seguramente lo reduciré a Agri.

--Agri, Agri, ¿dónde te escondes? Asoma el hocico, enseña tus dientitos blancos.

A mi amiga  que le puso el nombre le diría que enseñara lo que incluso el espejo esconde.

Recuerdos algo significativos con ratas tengo algunos.

Policarpo. Un amigo de la infancia que en vez de temer a las ratas, si veía alguna salía detrás de ella a cogerla como si fuera un perrito.

Policarpo. Cuánta historia en este nombre. Mi familia habitaba en la casa del guardián, mi padre, en la calle Febles Campos. Carmen vivía en una cueva en Las Llavitas, con un marido loco. Lo metieron en el manicomio. Ella pasó a vivir a mi casa, en una cama en mi cuarto (era palmera, bellísima) y pudo sacar a su hijo de la Casa Cuna.

Carmen. Una historia de amor que nunca he contado.

El más cercano amigo en San Andrés (teniendo yo 9 años nos mudamos a S/C. A Febles Campos) se llamaba Pedrito. Y más tarde, ya en el colegio Tinerfeño Balear (junto a la calle Miraflores) el mejor amigo era Pineda, una eminencia en matemáticas, idolatraba a Einstein. Pero no era un pitagorín ni un pedante. Corrimos aventuras por montes, playas y barrancos.

Amigos con P han venido aún más.

Bueno, otras historias con una  rata. La de la mágica novela El viento entre los sauces. Hice para Júcar una versión de esa novela. Me acuerdo de los personajes principales, la mandona Rata de Agua y el sufrido Topo. En esa versión el topo llegó a dormir con la presumida rata. Y luego oyeron la flauta de Pan entre los sauces.

Caigo en que Pan es la primera sílaba de Pandemia. Palabra hoy dominante. En el siglo XIV fue la peste, y Boccaccio escribió El Decamerón. Este libro ahora en mi memoria es de monjas que saben vivir el pecado y de pecadoras que saben sacarle los cuartos a los palurdos. 

--¿Tú qué dices, Agripina?

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