lunes, 23 de marzo de 2020

Hoy en un grupo tolteca, donde alguien preguntaba qué era el desatino controlado, hice un comentario. Recordando una noche que fui caminando de S/C a San Andrés y cogí por la carretera que va a la dársena. Dos perros rabiosos salieron de la oscuridad y corrían, amenazadores, ladrando, hacia mí. Como es lógico, el miedo me inundó los huesos. Pero al mismo tiempo me acordé de una estrategia de don Juan Matus: si un animal te ataca, haz algo que él no se espere. Me puse a bailar sobre la pata coja y a cantar reburujinas. Los perros se pararon y quedaron bobos mirándome. Mientras yo me alejaba a la pata coja y cantando, vigilando el suelo por si había una piedra, la piedra no hizo falta, los perros se dieron la vuelta y con toda tranquilidad se me alejaron. Eso mío en ese momento creo que fue un desatino controlado.

Otro --ahora me acuerdo-- fue cuando la vecina peluquera, pared por medio, tenía una cañería rota que derramaba el agua y escurría por la puerta de la cocina de mi casa. No quería arreglarlo. Mi única posibilidad --me informó Juan-- era contratar a no sé quién, que diera cuenta de lo que había, si quería meterme en juicio. Descartado. Así que después de algunas locuras incontroladas --golpearle con un martillo la pared, a pesar de que su hijo es atlético y joven-- que no dieron resultado, una noche pinté en el muro frente a su casa QUE ACABE LA GUERRA Y HACEMOS EL AMOR. Debió de tomarme por loco. Enseguida llamó a unos operarios y le arreglaron la tubería.

Otro momento de peligro fue encerrado con un gitano en un servicio de un local de la noche. No me acuerdo por qué, el gitano sacó la navaja y me amenazó.

--Morir apuñalado por esa navaja es para mí un orgullo --le dije.

A partir de entonces no sólo guardó la navaja sino que me invitó a una copa y... bueno, una historia larga.

*
Leo en pantalla un cuento de Fonseca y otro de Rulfo. Ninguno tiene desperdicio. Y otro de los hermanos Grimm. De este conocía una versión que hicieron en una película mexicana. El cuento se titula El ahijado de la muerte, y la película Macario. En la película está mejor expuesta la historia. El cuento de Rulfo también se titula Macario. Piedra sólida los tres cuentos. Ninguna vanidad de los autores se cuela en sus relatos.
No sólo el desatino controlado es un arma de poder --según don Juan-- sino saber borrar la importancia personal. No es fácil.

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